viernes, 3 de septiembre de 2010

Nostalgia por el “desacato”


Quien iba a decir que aquel señor gentil se convertiría en un energúmeno amenazador.

Karen Cancinos

Valientes los jueces del Tribunal Duodécimo de Sentencia Penal. Es de agradecerles el brío que mostraron al desestimar la querella que buscaba interponer Rafael Espada —como Vicepresidente, no como ciudadano— contra la columnista Marta Yolanda Díaz-Durán. Es probable que no contaran con que Espada intentaría ampararse contra ellos ante la Corte de Constitucionalidad, cosa que hizo y que le fue denegada por los magistrados de esta última.

Espada quería entablar contra Díaz-Durán un proceso penal, por “calumnia, injuria y difamación”. No estamos hablando de un requerimiento para la formación de un tribunal de honor. Algo muy malo está sucediendo en nuestro país si se toma como normal algo nefasto: el que cualquiera pueda ser objeto de una embestida del poder público por ejercer su libertad de emisión del pensamiento en una columna escrita —como en ese caso—, o en cualquier otro medio de comunicación. Ahora, con el uso que cada vez más personas hacen de los recursos que ofrecen las redes sociales en Internet, es pavoroso que alguien con poder temporal pretenda arremeter contra un ciudadano que formule opiniones adversas a su gestión.

Este caso, me parece, está lejos de zanjado. Porque el comportamiento desaforado del Vicepresidente ha sentado un precedente peligroso. No discuto su derecho a sentirse agraviado por algunas de las cosas que sobre él se escriben o se dicen, pero de ahí a perder de vista el artículo 35 de nuestra Constitución hay mucho trecho. No constituye delito ni falta un señalamiento dirigido contra un funcionario en el ejercicio de su cargo, reza el incómodo texto, de manera que pretender que se trate como delito algo que no lo es (lo que Marta Yolanda escribió en su columna “El beso de Espada”), y enfilar las baterías del poder público para convertir en criminal a una ciudadana en el ejercicio de su libertad de emisión del pensamiento, es una acción del peor jaez.

Los aspavientos vicepresidenciales, además de un tanto ridículos, saben a nostalgia. Supongo que a Espada le supo muy mal la noticia de hace cuatro años, cuando se declaró la inconstitucionalidad del delito de desacato a los presidentes de los organismos estatales y a “la autoridad”. Aunque quizá no, pues en esa época no era “vice”, sino un médico con una trayectoria destacada cuya característica más notoria era la caballerosidad. Doy fe, pues lo conocí por esa época, un poco más tarde en realidad, en 2007, cuando ya era candidato y, bueno, debo admitir que me parecía tranquilizadora su decisión de hacer tándem con Colom.
Quien iba a decir que aquel señor gentil, al nomás formar parte de “la autoridad”, se obnubilaría y se convertiría en un energúmeno amenazador.

Los magistrados de la Corte de Constitucionalidad tampoco están ayudando a garantizar la libre emisión del pensamiento, que no es cosa de periodistas sino de todos los guatemaltecos. Es verdad que denegaron el amparo al Vicepresidente contra los decentes jueces del Tribunal Duodécimo, pero también rechazaron el que Díaz-Durán interpuso contra la pretensión de Espada de entablar acción penal. Si se sienten muy ecuánimes, abogados, sepan que no lo son.
Pues no es de equidistantes, sino de timoratos y apocados ante el poder, el retorcer un precepto constitucional para así negarse a defender una de las expresiones más elementales de la libertad.
Artículo publicado en el diario guatemalteco "Siglo XXI", el día vienres 03 de septiembre 2010.

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