lunes, 6 de septiembre de 2010

El futuro religioso del hombre (V)

El Universo sí tiene sentido, desde más allá, de este cielo de fuegos artificiales astronómicos y de esta tierra convulsa.

Armando de la Torre

Según Rudolf Bultmann, al hombre moderno se le dificulta en especial la práctica tradicional de la fe judeocristiana porque ésta se habría propagado por todo el Mediterráneo sobre supuestos “mitológicos” compartidos entre aquellos pueblos, pero que hoy nos son absolutamente inaceptables.

Garrafal error, opino, de perspectiva.

En el preciso momento en que publicaba su provocativa hipótesis en torno a los supuestos mitológicos del kérigma (predicación) en la iglesia primitiva, esto es, empezando desde una hoy obsoleta concepción tripartita del cosmos, (cielo, mundo subterráneo, y superficie terrestre, los “hábitats” respectivos para dioses, demonios y humanos vivientes), que reforzaba en los oyentes la retención de mitos paganos ya ampliamente superados, se erigían otras, las concepciones modernizadas de la mitología aria, entre sus cultivados contemporáneos alemanes, dogmas para el más grosero de los racismos.

Les habían precedido otras “mitologías”, las de los nacionalismos modernos, a partir de la revolución francesa, tales cuales el culto de Robespierre al Ser Supremo, o la de los girondinos al Estado nacional, o, peor aún, la de los jacobinos a sus “héroes” napoleónicos y a sus símbolos tricolores, y, desde 1917, la mitología del materialismo dialéctico, con sus hipostatizadas “clases sociales”, su reverencia ante “fuerzas productivas” impersonales ocultas en el seno de la sociedad, y su inevitable desembocar al final de la historia en el paraíso “sin clases”.

Hoy, es verdad, tenemos dioses más prosaicos: por ejemplo, el poder político que justifica el uso de cualquier medio para alcanzarlo, la opulencia instantánea, el sexo “express”, la fama a través del celuloide, la búsqueda de buenos momentos con total olvido de los malos ajenos, el éxtasis en la droga, el viejo ahogo de penas en el alcohol, la música beat, estridente y monótona pero cool, la juventud asegurada para siempre, sin arrugas ni pliegues, o los juegos de azar que nos aturden con efusiones de adrenalina, todo al alcance de “templos” del placer desparramados por Hollywood, Las Vegas, Macao, Montecarlo, París,… o Varadero.

Pero el precio no se hace esperar; nos encaminamos hacia un mundo sin niños y, por tanto, sin futuro (“la tierra sin humanos”, del popular programa televisivo), mientras el Dios de nuestro olvido aguarda el desenlace de acuerdo a su horario, eternamente prefijado.

Thomas Kuhn, por su parte, se restringió a señalar los “paradigmas” que subyacen a nuestras maneras “científicas” que nos hacen innecesaria la existencia de Dios:
El sistema copernicano que nos destronó del centro del universo. La física mecánica de Galileo y Newton que confirma que aunque nos creamos libres en realidad no lo somos. El marxismo, que nos explica que después de todo nunca se ha tratado de entender el mundo sino de cambiarlo. El psicoanálisis, que nos reduce a marionetas ridículas de nuestro propio subconsciente, el individual de Freud o el colectivo de Jung. Darwin, que nos coloca en un mero escalón de la evolución biológica. Entretanto los astrofísicos nos ilusionan, extáticos, con la posibilidad de otras formas de vida racionales superiores en esta o en otra galaxia, hasta que la recién descubierta “energía oscura” acabe por consumir por entero lo que solíamos denominar “Creación”, y terminemos dispersos por un espacio inerte, helado y sin luz.

El final absoluto, que diría Sartre, de “las pasiones inútiles”…
La Revelación, empero, nos lo reconstruye todo.

El Universo sí tiene sentido, desde más allá, mucho más allá, de este cielo de fuegos artificiales astronómicos y de esta tierra convulsa. La esperanza será reivindicada, la muerte anulada, porque el hombre podrá hablar “cara a cara” y de tú a tú con Quien desde un principio así lo quiso.

Pues, “sus caminos”, ¡oh sorpresa!, “no son nuestros caminos, ni sus pensamientos nuestros pensamientos”.


Artículo publicado en el diario guatemalateco "Siglo XXI", el día 05 de septiembre 2010.

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