martes, 28 de septiembre de 2010

Fantasías animadas de la CICIG


Nuestras instituciones son ahora más débiles (no más fuertes) con la llegada al país de experimentos como la CICIG y MINUGUA.
Estuardo Zapeta

Para pajas, la CICIG; nadie más. Y es que las “hipótesis”, o mejor dicho “las verdades interinas”, como diría el ex de doña CICIG, elevan la imaginación a los más salvajes escenarios posibles que ni el realismo mágico latinoamericano ha podido siquiera rascar.

Y ya me huele, como desde que este mamarracho internacional ha lanzado sus “fantasías animadas de ayer y hoy”, eso sí, en powerpoint, que cada día menos guatemaltecos creemos lo que esta horda fantasiosa nos quiere vender como el relato de los “hechos”.

En el caso Rosenberg, y ahora con los Musa, veremos una versión sheiksperiana de unos amores posmodernos con sicarios y drama incluido, pero que creeremos tanto como La Llorona, El Cadejo, o la Siguamonta.

Por mí los de la CICIG pueden tener orgasmos, si así lo quieren, con sus malparidas hipótesis (“verdades interinas”), pero todo lo que pido es que no nos vean la cara de majes, porque ni la tenemos, ni somos.

La presunta casaca: que Rosenberg tenía una relación con una señora, pero que el suegro se oponía, entonces el susodicho contrata a unos sicarios para tronarse al bulto del suegro, que sólo tierra hace, pero que en el proceso de echarse al suegro se va shuca la hija, quien se suponía que no tenía que morir, pero que igual se va horrible, y que del dolor de su amada muerta, y ante tanta eficiencia y eficacia de los sicarios, los vuelve a contratar, sólo que esta vez para que se lo autotruenen, pero que los pobres ángeles sicarios no saben, y quedan envueltos (me salen lágrimas, de veras) en una trama que ellos ni fu ni fa, pero que la salvación pronta llega haciéndose “colaboradores eficaces”.

Luego las supuestas explicaciones psiquiátricas de cómo el macho alpha vio amenazada la manada por un macho invasor, y como el invasor no tuvo más remedio que mandar a liquidar al macho alpha, pero en el acto se fue también la hembra codiciada.

A esos niveles patéticos podríamos caer con las “verdades interinas” de la CICIG, y eso en nada ayuda a la lucha contra la impunidad, ni el combate a los grupos “para-lelos” que se supone deberá este adefesio combatir por mandato del tatascán de la ONU.

De los grupos “para-lelos” (porque, vaya si no son sólo para “lelos”) el único que sigue vivito y coleando es la CICIG, porque no son fiscalizables, pueden hacer lo que se les ronque la gana, pueden destruir a cualquiera si así lo desean (y yo presuntamente estoy en su lista de destrucción por mis críticas, y lo denuncio desde ya) y no hay poder en este mundo, ni Dios mismo que pueda pararlos.

Son tan omniscientes (en las hipótesis), omnipresentes (en los teléfonos), y omnipotentes (porque así lo dispuso la ONU), que, de veras, son lo más cercano a “grupo paralelo”, sólo que sancionado por New York, y financiado por la sacrosanta “comunidad internacional”.

Igual que Minugua, la CICIG es un fracaso anunciado. Yo lo dije hace años y sigo insistiendo que nuestras instituciones son más débiles (no más fuertes) con la llegada de esos experimentos.

Pero la debilidad es nuestra, no de ellos. Somos nosotros, nadie más, que por nuestra cobardía de atacar la impunidad pedimos que otro la limpie.
Artículo publicado en el diario guatemalteco "Siglo XXI", el día martes 28 de septiembre 2010.

No hay comentarios:

Publicar un comentario