martes, 28 de septiembre de 2010

Montesquieu chapín


EUA es un país en donde la riqueza generalmente se celebra. En nuestras latitudes, no es así. Acá se le tiende a condenar haciendo eco a un prejuicio acuñado por el Baron de Montesquieu, a mediados del siglo XVIII: “La riqueza de los ricos es la causa de la pobreza de los pobres”. Los tiempos han cambiado. Algunas mentalidades, no. La revista Forbes publicó la lista de las 400 personas más acaudaladas de EUA.

JOSÉ RAÚL GONZÁLEZ MERLO

Contrario a la riqueza que se acumulaba en la época de Montesquieu, esa lista carece de personas nobles. En nuestros tiempos, la riqueza ni tiene garantía nobiliaria ni viene con garantía de conservarla. La lista de hoy es significativamente distinta de la lista de hace 25 años, como muy probablemente lo será dentro de 25 años. En una economía de mercado el más rico es, generalmente, el que mejor ha servido al resto de personas.

Bill Gates, principal propietario de Microsoft y quien ha multiplicado la productividad de todos los seres humanos, encabeza la lista. Warren Buffet, el gran empresario que ha construido su conglomerado de empresas desde cero, va segundo. Larry Ellison, que también posee una empresa de fabricación de programas de computadoras y tres miembros de la familia Walton, propietarios de la cadena de supermercados Walmart, les siguen. Todos ellos acumulan un capital personal de 210 mil millones de dólares porque le han dado a la humanidad un valor muchas veces superior. Ya sea en programas que mejoran nuestra productividad, en nuevas y mejores empresas, en bienes baratos y accesibles, etcétera. Como lo quieran ver, los súper ricos han dado muchísimo más de lo que han recibido. Bien merecido lo tienen.

Claramente la causa de su riqueza no es nuestra pobreza. Sin embargo, el dogma de Montesquieu ha sobrevivido más de 300 años y, a pesar de la evidencia, la mente es fácil presa de la envidia que cualquier ser humano puede experimentar al conocer semejantes niveles de riqueza. De ahí que, en nuestro país, los empresarios son estúpidamente condenados cuanto más exitosos. No en balde, mientras nosotros continuamos subdesarrollados, la actitud hacia el éxito de otras naciones les permite seguir una senda más inteligente.

Sería bueno ver la riqueza ajena sin los lentes envidiosos de Montesquieu. Promover su destrucción, ya sea directamente o mediante su redistribución arbitraria, es una mala idea. Algunos creen que delegando ese poder redistributivo en el Gobierno es la forma más rápida de eliminar la pobreza. Se equivocan. Abundan los ejemplos de que las “imperfecciones” del mercado se convierten en horrores al caer dentro de la esfera gubernamental quien, supuestamente, “corregirá” esas “fallas del mercado”. Vea a su alrededor. ¿Qué funciona en el Gobierno?
Artículo publicado en el diairo guatemalteco "Prensa Libre", el día martes 28 de septiembre 2010.

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