lunes, 6 de septiembre de 2010

La conjura estelar


“Fueron soldados de la Libertad y después contestatarios, porque eran dignos y tenían el hábito de pensar”.

Marta Yolanda Díaz-Durán

Conspiran las estrellas. Pero no con el fin de encantar a los enamorados que a éstas piden el amor negado o alumbrar a quienes celebran al ser que se ha entregado. No. Según los cuentistas de nombre Luis Solano y Fernando Solís, un día hace ya algún tiempo, observaron que se reunieron las Pléyades en la Tierra, con el objetivo de vencer al enemigo común de toda persona libre: los déspotas resurgidos en los estertores del siglo veinte. Los gobernantes populistas en los albores del tercer milenio. Aclaro que lo anterior lo deduzco de la lectura del cuento redactado a cuatro pies, perdón, a cuatro manos, por los mencionados amanuenses, que eligieron llamar a su delirio “Los nombres tras la coyuntura de junio y julio”.

Poco tengo que escribir sobre la falta de creatividad mostrada por los sofistas mentados. Y menos tengo algo que comentar sobre su doxa básica y sus enredos de primaria. Al fin, soy fiel creyente del aforismo que reza “la mentira prevalece hasta que la verdad aparece”, y como sentenció mi admirado Aristóteles, “la única verdad es la realidad”.

No obstante, el tiempo perdido leyendo la historieta del dúo de fuleros señalados al principio, me hizo recordar, aunque usted no lo crea, al genial Jorge Luis Borges, que casi al final de su vida escribió un erudito poema titulado “Los conjurados”. Y en este caso, con o sin el permiso de los lectores, me di licencia de parafrasearlo, por supuesto, guardando las obvias distancias. Mi breve intervención al escrito citado, la comparto con quien quiera leerla en las siguientes líneas:

En el centro de Guatemala están conspirando.

El hecho data de 2010.

Se trata de hombres de diversas estirpes, que profesan
diversas religiones y que hablan en diversos idiomas.

Han tomado la extraña resolución de ser razonables.

Han resuelto olvidar sus diferencias y acentuar
sus afinidades.

Fueron soldados de la Libertad y después contestatarios,
porque eran dignos y tenían el hábito de pensar y no ignoraban que todas las empresas del hombre sin
enfoque son vanas.

Fueron el Muso, que se clava en el pecho las
lanzas enemigas para que sus camaradas
avancen.

Son un cirujano, un pastor o un procurador, pero
también son Emeye y Zapet y George
y Libertópolis.

En el centro de Guatemala, en las tierras altas de Centroamérica, crece una torre de razón y
de firme esperanza.

Los departamentos ahora son veintidós.

El de Guatemala, el último, es una de mis patrias.

Mañana serán
todo el planeta.

Acaso lo que digo no es verdadero, ojalá
sea profético.

Y lo anterior lo expongo al amparo del Artículo 35 de la Constitución vigente en la República de Guatemala, a pesar del desamparo en el cual nos han dejado los actuales magistrados de la Corte de Constitucionalidad.
Artículo publicado en el diario guatemalteco "Siglo XXI", el día lunes 06 de septiembre 2010.

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