jueves, 2 de septiembre de 2010

La crisis y la ética (2)

Las instituciones han bajado sus principios éticos.

Federico Bauer Rodríguez.

En mi anterior columna cité varias de las leyes que regulan los mercados financieros en los EE.UU. y que, unidas a principios éticos más estrictos por parte de los agentes, hubieran minimizado el daño causado por la principal responsable de la crisis: La Reserva Federal, y su monopolio en la emisión del dinero y en la manipulación del crédito.Los formadores de opinión con mentalidad anticapitalista, insisten en que la principal causa de la crisis está en la ley Gramm-Leach-Bliley (1999), que permitió crear los gigantes financieros que prestan todos los servicios (Banca Universal), y que fueron los principales beneficiados por el bail-out del Gobierno.

La verdad es que, aunque la tendencia ha sido a una apertura de los mercados financieros, también lo ha sido al fortalecimiento de la supervisión. Actualmente las entidades financieras, en EE.UU., están supervisadas por la Reserva Federal, la Office of the Currency Comptroller, la FDIC, la Securities and Exchange Commission, el Departamento del Tesoro, y otras agencias de menor importancia. El presupuesto de estas instituciones es de miles de millones de dólares, así que si fueran eficientes, el problema hubiera sido mucho menor.Los reportes contables de dichas instituciones financieras, tiene que cumplir con la Ley Sarbanes-Oxley, y con la normas de todas las bolsas en que están inscritos sus valores. Esta Ley es consecuencia del fraude de Enron, pero tampoco tuvo la efectividad esperada. Yo la considero demasiado compleja para ser operante.

En el sector privado tenemos que admitir que las instituciones han bajado sus principios éticos, y del lado de las empresas, hubo fallas en el tema de Gobierno Corporativo; se había vuelto práctica común el fusionar la figura del Chairman con la del CEO, y ofrecerle remuneraciones fabulosas con base en utilidades de “mentiras”, aparte de golden parachutes. La separación de las atribuciones de estas dos figuras corporativas es indispensable para mantener el balance en cualquier organización. Además, los inversionistas pequeños, que suman decenas de millones, no tienen forma de acceder a los puestos en las directivas, ya que son unos pocos los que manipulan las elecciones, con el fin de preservar estos grandes beneficios que se reparten discrecionalmente, aunque los resultados no sean reales.

Los auditores externos tampoco hicieron su trabajo a conciencia, con el fin de no perder el favor de sus clientes. Por último, las calificadoras de crédito (Moodys, Standard & Poors, etcétera), otorgaron buenas calificaciones a instrumentos financieros que no las merecían, sencillamente porque no las entendían.En el sector público, los supervisores crearon una red de seguridad ficticia, ya que algunos banqueros crearon instrumentos financieros tan complejos, que dichos supervisores como no los entendieron tampoco los prohibieron.Este bail-out, por cierto, no sólo tiene un costo económico muy grande, sino que envía el mensaje equivocado a los mercados, ya que el Gobierno sólo “salvó” a los bancos y aseguradoras que tienen influencias en la Casa Blanca, y que han financiado a los políticos durante décadas.

El capitalismo no es menos ético que la religión católica, que las profesiones, las actividades deportivas, culturales y otras, pero como no tiene una jerarquía propia, necesita de organismos supervisores que funcionen y que no sean corruptos.Es por eso que hay unas pocas actividades privadas –servicios financieros– que necesitan de una supervisión efectiva, para cuando la ética falla.

Artículo publicado en el diario guatemalteco "El Periodico", el día jeuves 02 de septiembre 2010.

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