viernes, 2 de septiembre de 2011

¡Ya viene el cambio!


Karen Cancinos

ablemos un poco de la retórica del cambio, tan socorrida en estos días.

Si somos sinceros, admitiremos que todo este barullo preelectoral, con todo y los llamados a votar “conciente e informado”, en realidad no es un asunto de consideración prudente, sino más bien uno de emociones desbocadas. ¿Votamos acaso por “proyectos de desarrollo”, “equipos de colaboradores” y “programas de gobierno”? No, qué va. ¿Alguien de veras los ha leído todos, y está enterado de quién es quién en las listas de candidatos al Congreso de cada partido en la contienda? A quien haya dedicado el tiempo de sus últimos meses a hacer tamaña lectura e investigación, felicitaciones.

Pero la verdad es que, a casi todos, la vida apenas nos alcanza para hacer nuestro trabajo. Así que votamos casi siempre por simpatía hacia Fulano, aversión hacia Zutano, temor a que si no voto por X quede Y, sentido de conveniencia pues si llega Perencejo tendré chance o conectes en el próximo gobierno… votamos por emociones, en suma. Ignorancia racional le llaman los académicos de la política y la economía a eso. ¿Impopular, verdad?

No estoy siendo cínica ni resignada: amo mi país y me interesa lo que aquí sucede. Entiendo, y hasta celebro, que el ciclo electoral sea parte de nuestra dinámica social, con todo y la saturación propagandística que me molesta por agobiante. Sé que muchos comparten mi sentir, y que nos alegraremos cuando todo esto termine y retiren de las calles el montón de anuncios repletos de rostros retocados a puro Photoshop. El punto es que a los candidatos les conviene nuestra “ignorancia racional”, es decir, el hecho de que el grueso de los votantes simplemente no tiene tiempo para enterarse de quiénes son, qué han hecho y qué dicen que harán, y cómo, de llegar a los cargos de elección para los que se proponen.

La mayoría de la gente está muy ocupada en los avatares del día a día, es verdad, pero si ha leído hasta aquí, le sugiero hacer un ejercicio trabajoso de esos que a los políticos no les gusta que hagamos: pensar, en lugar de solo sucumbir ante nuestras emociones de simpatía o rechazo. Démosle un vistazo, por ejemplo, a la socorrida retórica del “cambio”, tan popular en estos días, y utilizada sobre todo por los candidatos del Partido Patriota.

¡Vamos por el cambio! dicen, puñito en alto, secundados por una enorme parafernalia propagandística y los palmoteos de uno que otro atolondrado. Suena bien eso del “cambio”, sobre todo en los estertores del desastroso gobierno actual. Pero de ganar este partido las elecciones, el cambio prometido alcanzará solo al color de los emblemas oficialistas y, con optimismo, al reemplazo de cuadros mediocres del Ejecutivo por algunos de talla (Mauricio López Bonilla, Carmen Urízar). Hasta ahí. En el Legislativo y en la mayoría de los municipios, no se avizora “cambio” alguno, al contrario: se augura la continuidad de la corruptela y la falta de escrúpulos de legisladores y alcaldes del-por-extinguirse FRG y de la UNE, quienes, muy acomodaticios ellos, han encontrado entusiasta arropamiento naranja. ¿Quiere verlos reptando dentro de cuatro años, bien envueltitos en el rojo del populachero de Petén? Casi puedo asegurarle que no nos ahorrarán el espectáculo.

Artículo publicado en el diario guatemalteco "Siglo 21", el día viernes 02 de septiembre 2011.

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