martes, 6 de septiembre de 2011

La insoportable tutela del Estado


PEDRO TRUJILLO

Estoy hastiado de que el Gobierno piense que puede ir tutelando a los ciudadanos. Sin embargo, percibo que poca gente se apunta al club de mi desencanto. En pocos días se celebrarán elecciones y se volverá a prohibir el consumo de alcohol con motivo de tan “magno evento”. Podremos tomar aguas gaseosas o naranjada y limonada los más atrevidos, pero poco más. Si desea una cerveza, un vino o un ron nacional —del que todo el mundo se siente orgulloso—, ¡no se lo servirán!. Estaremos nuevamente bajo vigilancia, tutela y supervisión del todopoderoso Estado.


Lo lamentable es que somos incapaces de actuar y nos hemos acostumbrado. Decidieron hace tiempo que no era bueno que bebiéramos alcohol después de una determinada hora, lo que hizo que la mara se trasladara a gasolineras y a otros lugares, pero no dejaron de divertirse. La prohibición chapina obedece a ñoños decimonónicos y acomplejados que posiblemente no supieron beber de jóvenes, y de ebrios irresponsables pasaron a sobrios legisladores o a presionar para que, justificándose en el puritanismo y en la mediocridad, poder “educar” a la nueva juventud. No aprendieron de lo que pasó en Estados Unidos con la prohibición, aunque reconocen y viajan a esos países que denominan “alegres” —porque a cualquier hora se puede hacer de todo—, donde seguramente apagan sus penas en tugurios en los que nadie los identifica.

Es momento de tomar una postura al respecto o de seguir acomplejados, cuando no aborregados, aceptando de por vida esas decisiones de “salvadores” de la humanidad que se quedaron anclados en al pasado. Seamos locomotoras de ideas, no vagones de remolque. Mientras más indolente es un pueblo, más irresponsables son los políticos —copiada del facebook—. La libertad conlleva exigencias y si pedimos ser libres debemos ser consecuentes y asumir las correspondientes responsabilidades. No se puede hablar de democracia o de derechos humanos sin suprimir las limitaciones impuestas por órganos que creen contar con la capacidad de vigilar y acomodar el comportamiento del ser humano a su capricho o particular moral. Antes de modificar la Constitución es preciso anular todas esas normas restrictivas de la libertad que pretenden ajustar la conducta de muchos a los deseos de pocos, bajo un prisma de valores muy particulares, pretendiendo que el ciudadano adopte una actitud obediente y servil, nunca libre. La desobediencia civil ha sido promovida por muchos pensadores: Locke, Gandhi, Arendt, Thoreau, Luther King, Habermas, Rawls y muchos otros. La ley no debe cumplirse cuando atenta contra la libertad de la ciudadanía, “no es buena” o pretende imponer normas positivizadas que en nada son producto de la costumbre —además de otros casos—, lo que justifica su incumplimiento. De lo contrario, ya encontrarán esos “padres y madres” de la patria el momento y la razón para impedir el consumo de kakik o de subanik.

El próximo 11 de septiembre, además de votar, tómese una cerveza o un vino inmediatamente después —o antes; total, los bolos y los niños son los que dicen la verdad—. Reúnase en plazas públicas, como ciudadano responsable que no tiene miedo, y comparta, además de una buena charla, una cubeta fría de chelas, no importa qué marca, o una botella de cualquiera de los vinos que encuentra en el país. Ejerza su libertad responsable y desafíe al sistema. ¿Quién paga la primera ronda?

P.D. No me pregunten dónde estaré yo.

Artículo publicado en el diario guatemalteco "Prensa Libre", el día martes 06 de septiembre 2011.

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