jueves, 23 de febrero de 2012

Sin conocimiento


POR JORGE JACOBS A.

Al paquetazo fiscal aprobado la semana pasada en el Congreso es imposible atribuirle el nombre de “pacto fiscal” con que el Gobierno quisiera justificarlo. ¿Cómo va a ser un “pacto”, si ni siquiera quienes lo aprobaron sabían qué era lo que estaban aprobando? Los diputados, a quienes nunca mejor les quedó el mote de diputíteres, simplemente siguieron las órdenes de aprobar lo que les mandaron y levantaron obedientemente la mano cuando se les requirió. Por si queda alguna duda de que no hubo discusión, basta solo leer el reportaje publicado un par de días después por Jessica Gramajo, aquí mismo en Prensa Libre: “Luego de varias consultas se hizo evidente que los diputados que apoyaron el paquete fiscal desconocían su contenido y sus posibles efectos. Uno de ellos fue el presidente del Congreso, Gudy Rivera...”. ¿Qué tan patético puede ser el caso para que ni siquiera el mismo presidente del Congreso supiera bien lo que se aprobó? ¿Podemos creer algo distinto del centenar más de diputíteres que aprobaron el paquetazo? Lo dudo.

Y es que no podía ser distinto. ¿A qué hora iban a tener tiempo los diputados siquiera de leer, no digamos entender, el paquetazo fiscal, si este pasó a la velocidad de la luz por sus manos —si es que siquiera lo vieron pasar—? Se llevó apenas una semana desde que el paquetazo fue presentado al Congreso hasta que fue aprobado de “urgencia nacional”, y eso que en el ínterin recibió el dictamen favorable de la Comisión de Finanzas.

Que no lo engañen. No existió ni hubo tal “pacto fiscal”. Lo que hubo fue lo mismo de siempre, una negociación de intereses entre quienes tenían la sartén por el mango. Todos los demás no contamos y somos los mismos chivos expiatorios y paganos de siempre.

La negociación la hicieron quienes prefirieron que los dividendos quedaran gravados al 5% que al 10%, como les había amenazado el Gobierno. La hicieron quienes vieron que se les acababa la gallinita de los huevos de oro de más de Q2 mil millones anuales en contratos y que negociaron los votos de su grupo de diputíteres —que de seguro hasta la fecha ni han caído en la cuenta de cómo los negociaron—, a cambio de que les restablecieran el negocio, lo que el Gobierno diligentemente les cumplió hace un par de días.

Por eso es que siempre he recalcado la importancia del Congreso y de quienes llegan allí en un sistema tan nefasto como el que tenemos actualmente. Si no se tienen personas con principios allí, los pícaros harán y desharán a su sabor y antojo. Los malos diputados simplemente aprovecharán para subirse a la ola y sacar raja de las negociaciones. Los ingenuos ni cuenta se darán de cómo los negocian.

De ahí que todavía más importante sea cambiar el sistema, para acercarnos a una verdadera república en la que los pícaros no puedan hacer tanto daño pasando encima de los derechos de los habitantes del país. Todo ello refuerza mi convicción de que la única salida, en el largo plazo, es realizar los cambios al sistema que propusimos en ProReforma.

Artículo publicado en el diario guatemalteco "Prensa Libre", el día jueves 23 de febrero 2012.

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