miércoles, 15 de febrero de 2012

¿Importa la desigualdad?


Carroll Ríos de Rodríguez

Ya no culpemos al clima, la raza, la ubicación geográfica ni la fortuna por nuestro letargo económico.

Primera plana: la brecha entre ricos y pobres crece alrededor del mundo, informa Robert Greenhill, ejecutivo de World Economic Forum. Sumada a la mala gestión gubernamental, la desigualdad crea desequilibrio y roces sociales—pudiera haber detonado las manifestaciones de los indignados... A Greenhill le preocupa que ello haga “intolerable” otra posible crisis financiera global. Hace exactamente un año, The Economist afirmó lo mismo, señalando que la brecha se ensancha primordialmente dentro de cada país. ¿Qué implicaciones tienen estas mediciones para nosotros?

Tres hechos importantes matizan los datos crudos. Primero, la tendencia observada empezó antes y es más prevalente en países de habla inglesa, y en el continente americano. Algunas causas pueden ser libertades más amplias e impuestos más bajos, o que el Estado Benefactor es más cargante, proporcionalmente, en otros países europeos. Además, la mayoría del 1% de las personas más ricas del mundo trabaja en el sector financiero en Estados Unidos o en Inglaterra.

Segundo, y paradójicamente, no sube la disparidad en todos los sectores, ni al sumar todos los países del mundo. Un estudio de la Universidad de Northwestern revela que no ha aumentado la desigualdad en EE.UU. desde 1993 para el 99% de la población: se incrementan las diferencias entre los super-ricos, sin perjuicio del bienestar de la mayoría. Adicionalmente, el biólogo Matt Ridley escribe en The Rational Optimist (2010) que, cuando las economías se dinamizan, la brecha crece inicialmente, como es el caso de China e India. Sin embargo, este crecimiento trae consigo mayor prosperidad para los pobres de esos países y mayor equidad en términos globales.

Tercero, según Ridley, “los ricos se han enriquecido, pero los pobres han prosperado aún más”. En tan sólo 200 años la humanidad ha logrado mejoras galopantes jamás vistas durante los 10 mil años antes. Cornelius Vanderbilt, el primer empresario que mereció la etiqueta despectiva de “magnate ladrón”, no tuvo acceso a luz eléctrica, Internet, celulares, agua limpia y potable, vacunas, ni restaurantes de comida rápida. Hoy, millones de personas en todo el mundo tienen mejor educación, vivienda, entrenamiento, alimento y esperanza de vida. Únicamente en seis países, el ingreso per cápita real era menor en 2005, que en 1995: Afganistán, Haití, Congo, Liberia, Sierra Leone y Somalia.

La “brechología”, como la tildó P.T. Bauer, genera división, victimización y envidia—todas motivaciones poco productivas. Es preferible enfocarnos en las poblaciones que aún viven en extrema pobreza y pobreza. Y la única cura digna y duradera es la sociedad abierta que faculta la creación de riqueza. Ya no culpemos al clima, la raza, la ubicación geográfica ni la fortuna por nuestro letargo económico. Existe evidencia de que el marco institucional (libertad, reglas claras y estables, derechos de propiedad, contratos, acceso a justicia pronta, etc.) hace la diferencia. Incluso leves cambios institucionales producen cambios significativos. ¡Hagamos la prueba!

Artículo publicado en el diario guatemalteco "Siglo 21", el día miércoles 15 de febrero 2012.

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