viernes, 10 de febrero de 2012

¡Basta de premiar destructores!


Karen Cancinos

A propósito de la muerte de Enrique Torres, asesor del sindicato magisterial, escuché en las declaraciones de uno de sus miembros una referencia a El Gran Alborotador como: “Nuestro máximo dirigente, Joviel”. Hablaba, por supuesto, de ese oscuro personaje cuyas innobles vocinglerías le han valido no el despido ni el escarnio público, sino una vida regaladita, visibilidad mediática y membresía en un tal Consejo Económico Social. El mundo al revés, ¿verdad?

Esta nota, sin embargo, no trata de Acevedo ni de otros “dirigentes” de su mismo jaez. Si lo menciono, y también al Consejo Económico Social –otra instancia de “diálogo y consenso” –, es porque me parece que debemos prestar atención al hecho de que, al malentender el diálogo, se le prostituye. Me explico. El diálogo es una herramienta civilizadora por lo que de toma y daca tiene. Pero una cosa es escuchar respetuosamente y hacernos escuchar exigiendo lo mismo de la contraparte, y otra muy distinta es creernos muy patriotas y muy santitos por lo dialógicos que somos con toda laya de “actores sociales”, sin hacer distinción entre líderes genuinos (quienes suelen dedicarse a hacer el bien callada la boca, sin aspavientos moralistas ni auto bombo) y dirigentes de mentirijillas.

Conferirle la misma legitimidad a todo “actor social”, y volverlo así sujeto de diálogo, es un criterio santurrón, laxo y peligroso. Más no siempre equivale a mejor. Más mesas de “diálogo y consenso” no necesariamente implican más gobernabilidad o más foros de entendimiento. Pueden implicar, de hecho lo hacen, más conflictividad y más focos de discordia social. Encumbra a un gamberro y no se volverá un caballero con quien puedas hablar: lo que hará será envalentonarse y si antes le habías dado la mano, volverá para exigirte la otra. Y si encima lo financias, en un patético intento de apaciguarlo, prepárate a que te odie con enjundia y se disponga a cortar también tu cabeza.

Por eso es cobarde ceder ante los que destruyen. Y obsceno pagarles para que hagan sus estropicios. E inmoral si lo hace un gobierno pues para ello utiliza los impuestos que pagan sus ciudadanos. No sé si los suecos, por ejemplo, saben que están financiando vía su gobierno a una ONG sanjuanera que fue fundada explícitamente para “oxigenar” el “movimiento indígena con nuevos actores y nuevas formas de lucha” (¡!). Lo entrecomillado está tomado literalmente de la propuesta del denominado Proyecto Respeto y Exigibilidad del Derecho Colectivo a la Tierra, Territorio y a la Consulta REDCTTC, y no significa otra cosa que violencia y coerción. La llamada Asociación de Comunidades Kaqchikeles de San Juan Q´a Molo Qi’ ha recibido dinero sueco, más de dos millones en quetzales (ya quisiéramos muchos ganar eso en 18 meses), para echar a andar el pandemónium.

Si no se le pone coto a los desmanes de los antisociales a lo interno, y a la abusiva intromisión foránea en asuntos nacionales, la barbarie acabará por prevalecer y pronto nada tendremos que envidiarles a Venezuela, fuero exclusivo del megalómano que aunque muera lo hará matando; a Nicaragua, donde reina tranquilamente un patán fraudulento; a Ecuador, donde jamás podríamos escribir columnas, y a Cuba la triste.

Artículo publicado en el diario guatemalteco "Siglo 21", el día viernes 10 de febrero 2012.

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