martes, 14 de febrero de 2012

Amores y desencantos


POR PEDRO TRUJILLO

No tengo ni idea de quién inventó el Día del Cariño, del amor o de la amistad, o todos juntos para ser más inclusivo. No obstante, parece hermoso que una vez al año, por lo menos, se reflexione sobre tan nobles sentimientos. Hecho de menos, sin embargo, una meditación sobre el desamor, que propongo se haga con urgencia, puesto que aportaría mucho más que otras fútiles celebraciones. Sería una excelente jornada para recordar a papás irresponsables que -pasen o no pensión alimenticia a sus hijos- ignoran que la semana tiene siete días, que van de viaje con el colegio, necesitan útiles para hacer deberes, les gusta el cine y otros menesteres no incluidos en la cantidad que, incluso, algunos limitan, niegan o amenazan con retirar.

También para las exparejas que mezquinamente se resisten a conceder el divorcio con excusas y presiones de todo tipo, impidiendo que el otro pueda rehacer su vida o desconectarse de una vez por todas. A quienes amenazan a su “ex” de diferente forma —armas especialmente—, e impiden que rehaga su vida porque no gusta de que conociera a tal o cual persona, hace caso a chismes de las malas lenguas, que las hay, o su estrechez mental no lo permite.

No digamos de los (las) despreciables que levantan la mano o amenazan con hacerlo, sin importar a quién ni el por qué. Día para acordarse de los hijos que quedan desamparados o son atendidos únicamente hasta los 18, como si a partir de ese cumpleaños ya fueran autosuficientes, no tuvieran que cursar estudios universitarios o dispusiesen de recursos para hacer su propia vida, sin darse cuenta de que generalmente siguen viviendo con la mamá y tienen gastos propios de su edad y condición.

Como nadie se libra de esta realidad del desamor, es necesario también reflexionar sobre mujeres que se incluyen en el estereotipo de mamás abnegadas, pero que son capaces de abandonar a su prole, desatenderla o incluso maltratarla, haciéndole vivir situaciones difíciles de describir o cerrando los ojos a maridos violadores.

Prefiero hablar de amor. No obstante, se observa demasiado desamor hacia la pareja que comparte la vida, hacia los hijos o los amigos en general. ¡Qué bueno celebrar!, pero no dejemos de pensar en esas otras situaciones que las estadísticas reflejan más graves de lo deseable en una sociedad que aspira a convivir en paz. Esto del desamor termina siendo más importante que el propio amor que funciona solo y no necesita de celebración, puesto que está implícita en sí misma, lo que no ocurre con su antónimo.

Mejor meditar un día sobre las causas y consecuencias de la falta de amor que frecuentemente se torna en rechazo, menosprecio y hasta odio. No sé si habrá un indicador al respecto, pero quizá si se elaborara apareceríamos en un puesto preocupante porque los casos conocidos, que afloran o te cuentan, son realmente patéticos. Tampoco es especifico de tal o cuál colectivo, sino que se observa en todo grupo social.

Por ello —ahora que se declara día de cualquier cosa—, aprovecho para proclamar el “día del desamor y del desencuentro” como jornada de intensa reflexión para destruir malos hábitos. Cabeza y razón para el desamor, dejemos el corazón y la pasión para el amor. Quizá si se emplease la parte del cuerpo adecuada a cada momento, aflorarían soluciones mucho menos hirientes. Para mientras, ¡feliz día!, de lo que cada quien “celebre”.

Artículo publicado en el diario guatemalteco "Siglo 21", el día martes 14 de febrero 2012.

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