martes, 7 de febrero de 2012

Por aquí y por allá


POR PEDRO TRUJILLO

Aquí se procesa al general Ríos Montt, mientras en España se hace lo propio con el juez Baltasar Garzón. Ambos casos tienen similitudes que deberían llamar a la reflexión. Allá hubo una guerra civil que duró tres años y causó un millón de muertos. Aquí, un conflicto interno que permaneció por 36 años y provocó entre 47 mil y 250 mil víctimas, según el informe-libro que se lea. Los números sugieren que aquel fue más intenso, por la concentración en el tiempo y porque provocó, al menos, entre cuatro y 20 veces más víctimas, según los datos elegidos.

Allí, gobiernos de corte socialista como el de Felipe González o el de Zapatero alternaron con otros de centro (UCD) o centro-derecha (PP) y generaron proyectos y cambios consensuados que todavía perduran, en orden a buscar un equilibrio que superara una inservible e interminable confrontación. Fue durante la pasada administración socialista que se procedió a encausar al juez Garzón por querer abrir una “memoria histórica”, ignorando la Ley de Amnistía aprobada en 1977 —con personal sesgo y apreciable grado de prevaricación—, que es a fin de cuentas por lo que se le acusa. En España, mal que bien, se cerró una herida histórica y el país y su sistema no están dispuestos a que nadie —siguiendo lineamientos pagados por activistas inescrupulosos— abra aquello que costó mucho cicatrizar. Aquí, mientras tanto, ideólogos de la antigua guerrilla y los vividores tradicionales del conflicto, que no coinciden necesariamente con las víctimas, siguen insistiendo en aquello que les da de comer y de paso ocultan parte de la historia, que ahora se comienza a desvelar, de la que fueron responsables.

Casos similares se reprodujeron en varios países europeos en diferentes momentos histórico-políticos y también en otros latinoamericanos. En ambas regiones se actuó de igual forma. Allí se cerraron, acá siguen interesadamente abiertos como en Argentina y Chile, por poner botones de muestra. Las heridas no sanarán mientras existan quienes reciben su paga mensual para provocar problemas y rascar el alma de las auténticas víctimas, en beneficio de un presente tumultuoso que únicamente interesa y favorece a esos alborotadores, maestros en fingir, lamentarse, tergiversar y promover continuamente violencia verbal, mediática o física. ¿Legitimidad para reclamar?, por supuesto que sí, pero teniendo claro que toda la población fue afectada y no solamente quienes enarbolan esa bandera de forma monopólica. Allá y acá han ocurrido cosas iguales y diferentes.

Allí gobernaron socialistas; aquí, “social-demócratas”. Ahora gobierna el PP, como acá. España no ha permitido que nadie desentierre muertos en su propio beneficio ni destruya una paz que costó mucho lograr. Guatemala no termina de encontrar esa vía de cierre que permita avanzar más allá del horizonte inmediato y continuamente se ancla o retrocede. Allí no tuvieron cabida los vividores ni los recalcitrantes y se evidenció que en ambos bandos hubo asesinos y abusadores; aquí, los de siempre, no dejan de aparecer y presionar, y siguen viviendo como en el monte, aunque ahora sean capitalinos burgueses que dejaron, aparentemente, de apoyar aquello que les sirvió y que generó muchos cadáveres de los que son responsables como cómplices o autores, aunque no quieran asumir ese adeudo físico o intelectual. Allá la justicia ha acometido la limpieza de su propia imagen; acá falta mucho jabón por emplear. ¿Mejor o peor?, pues es cuestión de gustos, porque nunca llueve a gusto de todos, pero creo que las cuentas salen allí, más claras que aquí.

Artículo publicado en el diario guatemalteco "Prensa Libre", el día martes 07 de enero 2012.

No hay comentarios:

Publicar un comentario