lunes, 16 de enero de 2012

Toma del poder


Marta Yolanda Díaz Duran

La entrega del cargo a un nuevo mandatario llena de una ingenua emoción a tantos que esperan que este sí sea el elegido correcto.


El pasado sábado 14 de enero, Otto Pérez Molina se posesionó del bien más ansiado por todo politiquero que se precie de ser fiel seguidor de Maquiavelo: el poder. Cabe recordar la célebre advertencia que hizo en el siglo XIX Lord John E. Acton: “El poder tiende a corromper. El poder absoluto corrompe absolutamente”. Una frase que tiene varias versiones pero un solo sentido: nadie está exento de las consecuencias destructivas del deseo de dominar arbitrariamente las vidas y los bienes de los demás. El ejercicio sin límites del poder pasando por encima de los derechos individuales de los otros.

Lo esperado en el caso de una República es un simple cambio de gobierno. Un cambio que no debería afectar en demasía la vida de los habitantes de la nación en cuestión. Sin embargo, en pueblos como el nuestro, donde todavía priva en la opinión de muchos la idea de que el Presidente del Ejecutivo es la versión política del papá que veló por ellos durante su infancia, la entrega del cargo a un nuevo mandatario llena de una ingenua emoción a tantos que esperan que este sí sea el elegido correcto. Por supuesto, el Presidente saliente, como siempre, será condenado por haber mostrado ser un fraude. Y la historia anterior se repite cada cuatro años.

Por cierto, lamentablemente, en varias ocasiones el nuevo Presidente ha actuado como caudillo o una especie de monarca aún antes de asumir su papel de primer mandatario del país. “Si así son las vísperas, cómo serán las fiestas”. ¿Tendrán la valentía de poner a Pérez en su lugar los miembros de su equipo que, considero, tienen claras las funciones del Presidente y saben cuáles son las acciones que hay que tomar para que cambie la difícil situación que enfrentamos?

Una de las más recientes metidas de pata de Pérez se dio la semana pasada, cuando, violentando el principio básico de la separación de poderes, se comprometió con un delincuente como Rolli Escobedo a aprobar la privilegiante Ley de Vivienda que desde hace varios meses se encuentra pendiente de discusión en el Congreso. Lo peor es que el ahora Presidente del Legislativo, Gudy Rivera, veía embebido ese abuso de Pérez. Y, por favor, no aleguen ignorancia de los límites de los poderes del Estado: sería un insulto descarado a la inteligencia de los ciudadanos.

Otra que debería asumir su posición actual es la Vicepresidente de la Nación, Roxana Baldetti. Nada tenía que hacer en la presentación de la nueva directiva del Congreso de la República. Los únicos que debieron hacer el anuncio son el ex presidente del Legislativo, Roberto Alejos, y el actual responsable que, de nuevo, mostró tener poco carácter para asumir el cargo de Presidente del que debería convertirse en el organismo más importante del Estado.

En fin, nosotros, los mandantes, debemos tomar posesión de nuestra posición de mando y velar porque los gobernantes no abusen del poder que sólo les hemos delegado temporalmente, nunca regalado.

Artículo publicado en el diario guatemalteco "Siglo 21", el día lunes 16 de enero 2012.

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