miércoles, 24 de noviembre de 2010

Respuesta a Álvaro Velásquez


El arma única de los autores fundadores del Public Choice es su voto secreto, el cual cada quien ejerce a su antojo.

Carroll Ríos de Rodríguez


El artículo de Álvaro Velásquez (18/11/10) invita a un diálogo respecto del proyecto de investigación conocido como el Análisis de las Decisiones Públicas (Public Choice). Velásquez dice que dicha corriente es “una preferencia política utilitaria de las clases dominantes contra la democracia existente, en aras de un modelo restringido a sus intereses”. Él afirma que esta “clase” prefiere una democracia restringida que privilegia a una minoría élite. Incluso insinúa que la corriente avala una dictadura militar espartana.

Es falso que Public Choice constituya la oscura agenda de una “clase dominante” enemiga de la democracia. Es una exploración académica que busca comprender la democracia en la vida real, para mejorarla y no para desarticularla. Los autores fundadores del Public Choice son en su mayoría profesores universitarios de modestos ingresos, muchos de origen obrero, provenientes de distintas regiones o países, con diferentes gustos partidistas y políticos. Ni son “clase”, ni dominan el quehacer político desde sus escritorios.

No son legisladores, funcionarios o grupo de presión: su única arma para incidir políticamente es su voto secreto, que cada quien ejerce a su antojo.

Public Choice analiza los procesos de toma de decisión colectivos, es decir participativos, en grupos, asociaciones y sistemas políticos abiertos. Heredera de Madison, Jefferson y De Tocqueville, esta literatura repudia la tiranía y la plutocracia. Aclara que los gobernantes no son semi-dioses omni-competentes. Los resultados políticos emanan de la interacción de personas de carne y hueso, no ángeles.

Para Public Choice, hay más probabilidades de satisfacer las necesidades ciudadanas a mayor participación en los procesos de decisión. Sin embargo, hay conciencia de los costos implícitos en cada escenario. La dictadura es lo más oneroso para la sociedad. También es prohibitiva la búsqueda de consensos en sociedades populosas. De allí que aterricemos en reglas que exigen más que una decisión dictatorial pero menos que unanimidad. El gobierno representativo es otra solución común. Es sensato requerir decisiones por mayoría o super-mayoría, pues implica menos ciudadanos insatisfechos en un momento dado. Los afectados respetamos la decisión final porque suscribimos las reglas del juego: a veces perdemos, a veces ganamos.

Con sano realismo, Public Choice intuye que nunca serán perfectamente eficientes, en términos paretianos, los resultados de la interacción social, ni en el mercado ni en política.
Reconoce que en democracia se pueden cometer abusos de poder y socavar los cimientos mismos del sistema participativo. Advierte Edmund Burke: “El verdadero peligro es cuando la libertad desvanece a mordiscos, por conveniencia y en partes”. La Constitución enmarca y protege el ejercicio democrático. Las sociedades podemos cosechar resultados mejores o peores dependiendo de nuestras instituciones. Es constructivo explorar los arreglos institucionales de divergentes sistemas participativos y abiertos.

Art;iculo publicado en el diario guatemalteco "Siglo XXI", el día miércoles 25 de septiembre 2010.

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