martes, 9 de noviembre de 2010

Perdónanos tata


El señor presidente, que continuamente pide incrementar los impuestos, promueve la reforma fiscal y mendiga ayuda y préstamos porque no le alcanza el dinero del presupuesto, decidió condonar deudas impositivas a un “selecto” grupo de entidades y personas. Grotesca burla y vil nepotismo que reclama una categórica reacción, un contundente rechazo y un posterior escarmiento en las próximas elecciones.

PEDRO TRUJILLO

¡Casualidad que sean diputados afines, una empresa pública y cercanos colaboradores! Cualquier calificativo queda corto ante tamaña arbitrariedad.

Hay que tener una cara de piedra para pedirle al ciudadano honrado que haga otro esfuerzo y ponga más dinero del que normalmente le despojan, mientras quienes deben pagar por negligentes son eximidos en función de oscuras y preocupantes razones. Esa actitud simplemente no tiene cabida en ningún sistema de convivencia. Esquivó la responsabilidad del perdón presidencial a los condenados a muerte y no tuvo la valentía de enfrentar el problema de indultarlos públicamente, si así lo creía —yo sí lo creo—, pero nos sorprende con el perdón fiscal, mucho más sutil, rastrero y selectivo. Incapaz de ejercer su derecho constitucional para evitar que algunos mueran, sí lo hizo para impedir que los que deben de pagar lo hagan. ¿Cómo reaccionar ante esa pérfida actitud mientras hospitales, seguridad, escuelas y carreteras son un desastre?

La comunidad internacional debe suspender inmediatamente cualquier apoyo; o ser cómplice. Mientras los impuestos de españoles, noruegos, canadienses, norteamericanos y de otros llegan al país a través de donaciones, se envía al mundo el mensaje de que aquí—si son consentidos presidenciales— no hay que cumplir la ley; aquellos otros ciudadanos ya cubrirán los gastos. ¿Cómo atraer inversiones y que nos miren como un país con suficiente grado de decencia, honestidad y valores? La medida presidencial solo contribuye a destruir la imagen dañada que queda tras haber descendido sustancialmente en el índice de corrupción, en el de desarrollo humano y en el doing business. Hunden el país por segundos ante el silencio cómplice de muchos, el consentimiento asustadizo de otros, la colaboración diplomática y la pasividad de la mayoría. Tanto viaje a Japón para pedir préstamos o limosnear plañideramente ante la Unión Europea, cuando no hay voluntad de cobrar las tasas correspondientes al impago que debieron efectuar en su día ciertos favoritos. A otros, sin embargo, les cae la SAT con toda su capacidad fiscalizadora y sus multas. Esta desvergüenza no debe silenciarse.

El vicepresidente, por su parte, manifestó no estar enterado. Ya nos hemos dado cuenta de que siempre se entera tarde, porque permite que una rosca lo mantenga aprisionado. Lo imperdonable es que él, que abandera la transparencia, siga ahí, apuntalando ese tipo de actuaciones que lo desmeritan. Hace un par de años, por octubre, sugerí su dimisión, algo que amable y cordialmente me recordó en su momento. Pasado este tiempo reitero de nuevo, con todo mi respeto, aquella solicitud, sustentado en algo que por su experiencia, formación, prestigio y edad debe mantener: dignidad. No debe continuar siendo parte de una administración que maneja los fondos públicos despóticamente y exprime al contribuyente honrado con exigencias impositivas mientras condona a un selecto grupo de amigos cercanos. Eso es insostenible, imperdonable e inaceptable, a poco que quede vergüenza y algo de decencia.

Dejemos ya los lamentos, empresarios incluidos. Somos una caterva de pasivos capones que permitimos esos abusos y nos falta carácter para decirlo así de claro. ¡De qué carajo nos quejamos!, estamos condenados al fracaso. ¿Es solución un boicot fiscal?


Artículo publicado en el diario guatemalteco "Prensa Libre", el día martes 09 de noviembre 2010.

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