miércoles, 3 de noviembre de 2010

Más corrupción


El informe de Transparencia Internacional 2010 sitúa a Guatemala nueve puestos por debajo de 2009. Es decir, ocupa un peor lugar en percepción de corrupción. Quien haya seguido la dinámica político-económica del país, no debería sorprenderse ni extrañarse, ya que es la consecuencia inevitable del mal gobierno que padecemos. Contrasta, sin embargo, con esta administración, que ha cacareado insistentemente su apuesta por la transparencia, aunque ahí están los resultados cosechados. ¡Dime de qué presumes y te diré de qué careces!


PEDRO TRUJILLO

Crearon un viceministerio y un observatorio contra la corrupción, y el vicepresidente enarboló la bandera de una lucha que tenía perdida de antemano desde el interior de la estructura política a la que pertenece. El viceministerio no sirvió para nada. Del observatorio no se oyó hablar después de la ruidosa presentación, a pesar de estar conformado por “personalidades ilustres de la academia, la sociedad civil, y bla, bla, bla”. Y el vice, supuesto adalid de esa lucha —como de otras—, hace tiempo que perdió la credibilidad y otras cosas. En política, como en casi todo, los resultados son los que cuentan, y lo constatado es que los traslados millonarios de fondos continúan, cesaron a un ministro por no entregar los datos requeridos de Mifapro —consentido por el presidente que no ordenó lo debido— y dilataron las peticiones de una diputada sobre informes del mismo programa. Cuando se proporcionaron, fue imposible trabajarlos porque el formato electrónico tenía toda clase de candados. Además, ahora parece que se exoneró o amnistió del pago de impuestos a “ciertos contribuyentes”. El Gobierno trabaja arduamente para impedir lo que dice promover: la transparencia.

Las primeras declaraciones gubernamentales, tras la publicación del informe, fueron de “preocupación”, lo que traducido a lenguaje comprensible significa que les pela que digan tal o cual cosa, porque ellos van a seguir haciendo lo mismo sin inmutarse. Ejemplo y curiosidad semántica de cómo una sola palabra es capaz de concentrar todo ese contenido, algo que solo ocurre en política. Permitirán que la mayoría de las obras públicas sean construidas por ONG de amigos; financiarán como les venga en gana programas fantasma o gestionados por espíritus o brujas; repartirán ingentes cantidades millonarias para promover obras, otra frasecita que significa que lo gastarán o robarán como de costumbre; usarán fondos públicos destinados a un fin para desviarlos a otro diferente donde el descontrol sea la norma; sollozarán lastimosa y apesadumbradamente para ver a quién engañan esta vez —después de europeos y japoneses—, y así conseguir donaciones o préstamos millonarios que tirarán a la basura, como de costumbre; manifestarán, con cara compungida, que están muy preocupados y constreñidos y que el país necesita reformas estructurales, e invitarán a expertos de ONU para declarar que hay que subir los impuestos, que también traducido quiere decir que desean más para despilfarrar y seguir consolidando la caradura habitual frente a la impavidez del ciudadano que todo lo cree o permite por falta de carácter para denunciar públicamente este engaño manipulador al que es diariamente sometido.

Excusas para todo, aunque no harán lo principal: impedir el robo, la malversación o el despilfarro de los recursos públicos. La noticia será opacada por otras similares o peores, y en pocos días no recordaremos nada de todo esto que viene sucediendo por años y que estoica o estúpidamente soportamos con pasmosa complacencia. Ya estamos peor que el año pasado, y aquí no pasa nada. Seguimos lejos de Sudán y Congo, pero debajo de Liberia y Malawi. Ahora, ¡a promover la inversión y el desarrollo!


Artículo publicado en el diario guatemalteco "Prensa Libre", el día martes 2 de noviembre de 2010.

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