viernes, 29 de octubre de 2010

“Soy el rey del mundo”



Para lo que les dura.

Karen Cancinos

Obama. Era el rey del mundo con toda su negritud, buena presencia, excelente condición física, estupenda labia y arrogancia exacerbada por los baños de multitudes que tanto gusta. Le dieron un Nobel de la Paz que no merecía —lo dijo él mismo—, en medio de los suspiros arrobados de la progresía mundial, que aseguraba que con Obama, igual que con Jesucristo, iniciaría una era nueva.

Pobreza, contaminación y conflictos bélicos desaparecerían como por ensalmo, y emergería en cambio un mundo feliz en el que todos seríamos un poco mejores, más solidarios, más tolerantes. Y sonreiríamos beatíficamente, quizá contagiados por el carisma y la inteligencia del Presidente mulato, que se derramarían graciosamente desde las alturas hasta nosotros, pobres mortales hasta entonces inmersos egoístamente en nuestras minucias cotidianas, preocupados por nuestras familias y hogares en lugar de andar por ahí salvando a la humanidad entera.

Para lo que le duró. De rey del mundo pasó a ser el Presidente norteamericano con la más alta tasa de desaprobación al inicio de su segundo año de gobierno.

Hasta sus partidarios farfullen descontentos. No has sido suficientemente severo con los republicanos, vamos Obama, basta ya de posturas conciliadoras, duro con ellos. Y lo han lanzado a hacer una agresiva campaña que igual no le servirá, pues este 2 de noviembre los estadounidenses le pondrán un alto a su agenda ideológica, que encuentran muy chocante y con razón: ocho de cada diez son personas que, en el espectro político, se ubican en el rango que va de izquierda muy moderada a centro derecha.

No sé qué esperaba el señor Obama cuando presentó a sus conciudadanos un proyecto socialdemócrata, intrusivo y estatista. Hay que ser muy ingenuo, o descomunalmente soberbio, para decir a un pueblo tradicionalmente conservador e individualista, que se le convertirá, por obra y gracia de su mandatario, en un émulo del europeo adepto del estado benefactor. Como si no estuvieran en debacle ahora mismo los europeos, con sus sistemas haciendo agua.

Pero la magia de ha esfumado, y los proyectos megalómanos de Obama se hundirán junto con su popularidad. Pobre, ha de ser duro darse de bruces de esa manera aunque merecido lo tiene: debió haber comprendido que su triunfo electoral de hace dos años fue una reacción contra su desacertado predecesor, no una carta blanca a su pretensión de destruir el espíritu norteamericano.

Kirchner. A diferencia de Obama, un hombre feo, pero eso no era su culpa, como tampoco es mérito del otro ser bien parecido. Populista eso sí, sectario, taimado e inescrupuloso. Sus partidarios dicen que durante su gestión Argentina recuperó a tasas más que aceptables su crecimiento económico, aunque, si se toma en cuenta el punto ruinoso en que se encontraba el país cuando él asumió y los elevados precios internacionales de los granos por entonces, ese crecimiento no se debió a don Néstor sino que se dio a pesar de él, con su pasión por los déficits y los endeudamientos colosales.

Otro que se creía el rey del mundo, quizá porque su patrimonio se multiplicó por siete entre 2003 y 2008 y porque inauguró el autoritarismo gaucho del siglo XXI. Para lo que le duró. Murió lleno de oro y odio a decir de un columnista español, cuyo deseo —que comparto— es que no Kirchner no reencarne.

Articulo publicado en el diario guatemalteco "Siglo XXI", el día viernes 29 octubre 2010.

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