miércoles, 27 de octubre de 2010

Cuba: trabaje para pagar impuestos

¿Por qué no se atreve Raúl Castro a propiciar una apertura económica de verdad?

Carroll Ríos de Rodríguez

Si la señora Zhang Huamel fuera cubana, pasaría penas para alimentar a su familia y sería tratada como una especie de escoria social debido a su condición de “cuentapropista”. Irónicamente, nació en otro país políticamente represivo, la República Popular de China, donde hoy es considerada una heroína por ser la primera empresaria legal.

Si Zhang Huamel viviera en Cuba en estos momentos, su modesta tienda de botones, con ocho empleados, jamás hubiera llegado a ser lo que es.

Las autoridades cubanas, desesperadas ante la crisis, esbozaron una contradictoria política de supuesta apertura, cuyo efecto es poco promisorio. Por un lado se autoriza a los isleños a trabajar por cuenta propia en 178 actividades distintas. Por el otro, se anuncia un paquete especial de impuestos para ellos, no sólo sobre sus ventas o servicios públicos, sino además, ¡una tasa cada vez más alta por cada empleado contratado! ¿Qué “nuevo escenario económico” (Granma) piensan lograr con este churro? Raúl Castro alberga la ilusión de recolectar US$1 mil millones con estos impuestos en el 2011; pero el mero anuncio del paquete tributario desmotiva a potenciales cuentapropistas, pues eleva sus costos de operación, quizás a niveles prohibitivos, quizás condenándolos a una peligrosa informalidad. El claro mensaje es que los cuentapropistas podrán ganar los suficientes centavos para aportar al fisco, no más. Se desprecia la iniciativa propia, la creatividad, la productividad. Tener un negocio y crear plazas de trabajo digno son anatemas a la doctrina revolucionaria castrista.

Huamel experimentó ese rechazo, antes de aprobada la Política de Reforma y Apertura de 1978. Ella envidiaba a sus amigas que laboraban para el Gobierno; era negociante informal por la pobreza apremiante de su familia. Se deprimía; sus ex compañeros le volteaban la cara en la calle, pues se la tachaba de especuladora y rentista. Muchas veces quebró y recomenzó, y ahora, tanto ella como sus empleados ganan mucho más que un empleado estatal. Hoy día, la feliz empresaria se preocupa por la competencia y la calidad, mientras planifica lanzar su propia marca de accesorios para vestuario.

Ha sido homenajeada por su gobierno, porque su arduo trabajo de más de 12 horas diarias trajo prosperidad a la región de Wenzhou. Ella afirma ser igual que cualquier vendedor promedio, pero no es poca cosa ser la primera mujer de negocios legal en la reformada China. En 1979, recibió de la oficina de Industria y Comercio la hoy famosa licencia de negocios 10101, hecha a caligrafía y en tinta, porque la oficina carecía de máquinas de escribir y computadoras. Al año siguiente, la ciudad había emitido 1,844 licencias. En 1981, en el país había más de un millón de empresarios registrados, y en 1987, la cifra de auto-empleados superaba los 10 millones.

¿Cuándo verán los cubanos un trato similar? ¿Por qué no se atreve Raúl Castro a propiciar una apertura económica de verdad? ¿Se dará cuenta de que no hacerlo perjudica precisamente a quienes supuestamente tendría que servir?

Artículo publicado en el diario guatemalteco "Siglo XXI", el día miércoles 27 de octubre de 2010.

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