martes, 12 de octubre de 2010

Lobotomía


Días atrás, durante un debate universitario, un joven asistente tomó la palabra y alabó las bondades del régimen cubano. Entre otras charadas destacó los “logros” en educación, salud, seguridad y justicia. Sus sentimientos, quizá bienintencionados por esas “conquistas sociales” en una de las dictaduras más despiadadas y duraderas de la historia, eran manifiestos y profundos. Al finalizar su intervención le pregunté si había visitado Cuba, y su respuesta fue negativa.

PEDRO TRUJILLO

¿Cómo, entonces, le dije, hace ese tipo de afirmaciones enfáticas sobre algo que desconoce? Y es en ese punto donde comenzó mi preocupación.

Un adolescente apenas de 18 años, alumno de la Usac y que lucía una camiseta con el logo de la “tricentenaria”, rodeado de personajes como el dictador Castro, el asesino Guevara, los delincuentes Chávez (golpista) y Ortega (violador) y alguno más, es capaz en un foro público, sin haber tenido experiencia vivencial alguna, de defender las “bondades” de una dictadura que cada día asesina a muchos cubanos ¿Quién introdujo esas ideas, y de esa forma, en un cerebro que apenas comienza a vivir? ¿Qué fuerza le hizo presentar su pobre argumento en público, sin avergonzarse de cuanto decía ni temor a sufrir una confrontación que era incapaz de sostener? Todo un ejemplo de sin sentido, cuando no de maléfica intención, que se repite en muchos jóvenes que abanderan ese discurso manipulado y asimilable a aquel otro del conflicto armado interno pero que son incapaces de sustentar.

Lo expuesto, junto con esa otra ilegal chulada de minorías manipuladoras y enmascaradas que ha tenido cerrada a la fuerza la universidad estatal, debe promover una seria reflexión sobre qué se está creando y a qué precio. El afán de poder, producto de una normativa añeja y malintencionada, hace que el noble fin de la educación deje paso a otro no tan noble: la injerencia en la toma de decisiones públicas.

Sin embargo, el sesgo ideológico, el “coco wash” y la manipulación por medio de cualquier forma de presión, incluso ilegal y violenta como se ha demostrado, parecieran ser objetivos superiores que se han posicionado por encima de otros más distinguidos e importantes. Hay que sacar a la Usac del juego político y de las influencias y del manoseo a que se ha acostumbrado. Un importante número de sus miembros desean estar ahí, no para mejorar la calidad educativa, sino para imponer sus candidatos y criterios en las múltiples comisiones de las que forman parte. Se trata, en definitiva, de utilizar el presupuesto nacional y el abrigo de la enseñanza superior para manejar el país en función de espurios intereses políticos. Una insoportable perversión que vicia muchos procesos y destruye a cientos de jóvenes.

Espero que algún diputado (o una ONG) de esos que se rasgan las vestiduras cuando el Ejército gasta mal tal o cual cantidad de su presupuesto, por cierto supervisado al céntimo, decida pedir cuentas a la universidad estatal, que disipa no se sabe cuánto ni cómo y nadie se atreve a fiscalizar o a pedir rendición de cuentas por el uso de fondos públicos. Se desconoce cuánto cuesta un graduado, en qué rubros se gasta el dinero, cuánto perciben sus funcionarios ni cómo se ejecuta el presupuesto. Lo peor es que nadie se ha atrevido a hacerlo, así que reto a los fiscalizadores para que exijan que se publique y analice una ejecución presupuestaria detallada, como ocurre con otros organismos. Nadie ha osado enfrentar a la todopoderosa maquinaria política de la universidad estatal, y eso es realmente penoso. ¡Dejen de ser cómplices!


Artículo publicado en el diario guatemalteco "Prensa LIbre", el día martes 12 de octubre 2010.

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