viernes, 8 de octubre de 2010

Ajedrez: la “reina” y “las torres”


Magnífica metáfora: anulado el rey viva la “reina”, pero anulada la “reina” se acabó el juego.

Estuardo Zapeta

Hace un año, escribí acerca del poder de la Reina en el juego de ajedrez, y apliqué esa simbología a las relaciones de poder en realpolitik. Y un hecho que ya por siglos ha demostrado este “deporte” es el poder de la Reina, no sólo para proteger al débil del marido, sino para coordinar los movimientos de las otras piezas. Pero de lo que no me había percatado es de los enemigos de la Reina, quienes, oh sorpresa, están más cerca de ella, y ella no los ve.

El Rey es un guango, debilucho, nagüilón, alrededor de quien se mueven, y se sacrifican el resto de piezas, incluida la cabrona Reina, quien precisamente por su movilidad hacia todos los ejes le llueven enemistades, no sólo de sus atacantes, sino de quienes se supone son sus defensores.

La Reina es todopoderosa con un “quiebre político”, un alcance extremo, y con toda “la corte” a sus órdenes y a sus delicadas extremidades. Me recuerda a esa Reina, Isabel La Católica, toda una “bitch”, pero con los ovarios suficientes para tomar decisiones globales y de alto riesgo.

Los alfiles, las torres, los caballos (afortunadamente sólo hay dos, porque en la vida real parecen plaga) y los peones, todos, en realidad están en la lógica de la Reina, no del Rey.

Cierto, todo mundo esperaría que el Rey fuera el líder dentro del juego, pero no lo es. El tal es un mantenido que se sobrevive políticamente por su Reina. Y todos van contra ella.

Mire pues: el Rey sólo puede hacer movimientos cortos, muy cortos, y si bien tiene cierta “flexibilidad” en la acción, sus límites, es mi sospecha, están impuestos por su propia cobardía.
De hecho, el objetivo de la oposición es ahogarlo desde el primer movimiento (dos cuadros hacia adelante del primer peón) que, oh sorpresa deja al Rey vulnerable, y la acción empieza con los alfiles y los caballos enemigos.

La Reina no sólo vigila; también acciona porque no puede dejar que al güicoyón de su marido le den matarile en el segundo movimiento. Las torres, curiosas figuras, son más pacientes, esperan primero tener el camino despejado para actuar, por lo general en pareja. Y esa combinación Reina-torre-alfil-caballo es letal para el enemigo. El impacto de estas piezas es no sólo certero, sino que su radio de destrucción deja en desbalance a la tropa enemiga.

El Rey ni se mueve, y cómo si todos andan cuidando al “chichito”. De hecho, el “enroque” es una parte de la metáfora ya de por sí curiosa, por el riesgo que tomar las torres: “movimiento defensivo en que el Rey y la torre del mismo bando cambian simultáneamente su posición”.

El rey no puede vivir en “enroque” permanente, pero que la estrategia bien planificada funciona, créame, sí funciona. Pero un riesgo para el Rey es vivir siempre “esquinado” y tembloroso creyendo que se está protegiendo, o que todos lo están atacando, cuando en realidad todos lo llevan “ganas” a la reina, porque ya sin ella él vale menos que un peón.
Magnífica metáfora: anulado el rey viva la “reina”, pero anulada la “reina” se acabó el juego.

Artículo publicado en el diario guatemalteco "Siglo XXI", el día viernes 08 de octubre 2010.

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