viernes, 27 de abril de 2012

Sobre perfumes, collares y transparencia

Karen Cancinos Para ser buena política no hace falta disfrazarse de pobre, dice Cristina. Yo digo: Roxana, no la tome de ejemplo. Miro una fotografía de ese icono de la vulgaridad y la ostentación, la presidente de Argentina. No le llamemos “presidenta”. Una mujer en una consulta médica no es una “pacienta” sino una paciente, y en un aula no hay “estudiantas” sino estudiantes de sexo femenino. Con esta acotación hecha, vamos de nuevo a la foto referida. Cristina Kirchner aparece casi de perfil. Su cara es una tortura de botox y su maquillaje una plasta imposible que le ennegrece los ojos haciéndola a una pensar en un mapache envejecido. Es guapa, pero la sobredosis de ordinariez aniquila su atractivo natural. Su gesto, que más bien es una mueca –y no de viudez triste sino de avidez saqueadora–, no presenta ningún atisbo de gentileza o de inteligencia, y lo peor es que precisamente eso es lo que la ha hecho “triunfar” en las dudosas artes del populismo latinoamericano: la carencia de escrúpulos que signa su personalidad y la falta de orden conceptual que caracteriza su mentecita. A casi todas las mujeres nos encantan el maquillaje, los trapos y las joyas, dirá alguien. Es verdad. Así que no estoy criticando que Kirchner se de una manita de gato: todas siempre podemos lucir mejor, y el arreglo personal se hace más necesario a medida que nos alejamos de nuestros 20. Pero sí me parece terrible la frase que espeta a quienes le sugieren que es exagerado cambiarse tres veces al día (ropa de alta costura). “Para ser buena política no hace falta disfrazarse de pobre”, asegura. Tiene razón, pero tampoco hace falta andar con joyas por el mismo valor de un auto caro. Ni zamparse abrigos de piel. Ni hacer que abran un centro comercial a las 10:30 de la noche para ella sola, como ocurrió en Madrid. Me preocupa que la vicepresidente Roxana Baldetti pueda seguir semejante ejemplo, pues eso sería echar por la borda cualquier sentido del decoro. Esta semana nos enteramos de que, por ejemplo, se gastó –dinero público– Q5686 en “perfumes para la Primera Dama de Nicaragua” según Verónica Taracena, Secretaria de “Control y Transparencia” (¡!). Un perfume fino de 75 o 100 ml. anda en un promedio de Q700 y dura aproximadamente dos meses y medio, así que no me trago eso de que un regalo para la mujer de Ortega costó más de 5 mil quetzales. ¿Se trataba acaso de darle su dotación de perfume para año y medio? Por otra parte, ¿por qué solo a ella y no también a las esposas de los mandatarios Fúnes, Martinelli, y a la presidente Chinchilla de Costa Rica, a quienes Baldetti ha visitado? ¿Para qué se erogaron Q3487 en “collares y abrecartas” y Q6059 en “licores y chocolates”? Roxana, no nos trate como imbéciles. Recato y frugalidad, señora, para que no lastre un gobierno que por otra parte está intentado hacer las cosas bien (lo noto en el buen estado de las carreteras y en el trabajo de Gobernación). Si tiene que hacer regalos en función de su alto cargo aquí tiene una sugerencia: envíe a la funcionaria Taracena al mercado a una cuadra de la oficina suya, para que compre bolsos típicos. Promoverá el hermoso trabajo de nuestros artesanos, cada uno no costará más de Q300, quedará bien con cualquier mujer elegante, y no abaratará la palabra “transparencia”, como cierta mujer hizo con el concepto de “cohesión social”. Artículo publicado en el diario guatemalteco Silgo 21, el día viernes 27 de abril 2012.

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