jueves, 19 de abril de 2012

Drogas: ¿rechazo al diálogo?


Ramón Parellada

Sin duda alguna que el presidente Otto Pérez Molina ha sacudido al mundo entero con su iniciativa de dialogar sobre la despenalización y posible legalización la producción, transporte, distribución y consumo de drogas. Admiro la propuesta por venir de un presidente que comienza su período. Ya otros presidentes y otros personajes de mucho prestigio en política en todo el mundo han opinado que es importante abordar el tema y dejar a un lado la “guerra a las drogas” pues ha fracasado y ha causado demasiados daños a la fecha.

¿Por qué entonces los presidentes de El Salvador, Honduras y Nicaragua rechazaron, en su momento, discutir el tema? Si bien la postura de ellos es la misma que tienen algunos funcionarios que actualmente están en el poder en Estados Unidos de América, es decir, que no creen que la despenalización a las drogas sea la solución, entonces, ¿por qué rechazar el diálogo sobre el tema para buscar otra solución?

Creo que la principal razón de no rechazar el diálogo es porque se sabe de antemano que los argumentos para seguir con la prohibición no son sostenibles desde ningún punto de vista.

Quien no quiera dialogar ahora simplemente es un irresponsable porque estará trasladando un grave problema al futuro, a otros que sí se atrevan a enfrentarlo y tomar las acciones que sean necesarias para resolverlo de una vez, aunque les cueste, en el corto plazo, la exclusión y posible hostilidad de aquellos que persisten en ignorar el problema y seguir como estamos.

La prohibición debe desaparecer; no sólo se debe despenalizar toda la cadena desde la producción hasta el consumo de drogas sino que se debe permitir que la actividad sea lícita. ¿Por qué?

Porque no hacerlo significa que la violencia seguirá tomando vidas de personas involucradas en la actividad que ahora es ilícita, así como personas inocentes.

Porque seguir como estamos no resuelve para nada el problema de los adictos sino más bien los criminaliza y las cárceles terminan ocupadas por personas inocentes que nunca dañaron a los demás.

Porque el sistema actual provoca que los narcotraficantes tengan demasiado poder y dinero con lo que corrompen a toda la sociedad, desde policías hasta jueces y en algunos casos hasta gobernantes. Pocos hablan de esto pero todo el mundo lo sabe.

Porque una característica de la naturaleza del ser humano es su libre albedrío, lo cual significa que debe también asumir las consecuencias de sus propios actos. Los argumentos para mantener la prohibición a las drogas ignoran este punto y se contradicen con no prohibir también otras actividades que dañan la salud y la vida del ser humano, como lo puede ser el alcohol, los cigarrillos, todos los alimentos que nos generan colesterol, salir al sol sin protegernos, hacer deportes y ejercicio extremos, andar en bicicleta, leer ciertos libros, ver algunas películas, etc…

Si comenzamos con las prohibiciones deberíamos entonces prohibir casi todo, es decir, censurar prácticamente todo, porque el ser humano siempre está en riesgo de dañar su salud por sí mismo. Obviamente esto es ridículo. El ser humano debe ser dejado en libertad para decidir por sí mismo que toma, fuma, come, lee, mira o respira, entre las mil cosas que podrían dañarle pero debe ser responsable de asumir las consecuencias de sus propios actos.

Y finalmente porque estos países de Centroamérica están peleando una guerra perdida. Se podrá ganar una batalla pero no la guerra, mientras el consumo sea tan fuerte y los incentivos provoquen que por cada narcotraficante abatido aparezcan otros dos.

¿Es Ud. de los que dialogarían o se encerraría en su posición de mantener la prohibición?

Artículo publicado en el diario guatemalteco Silo 21, el día jueves 19 de abril 2012.

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