jueves, 12 de abril de 2012

Es una locura (II)


POR JORGE JACOBS A.

Mi “controvertido” artículo anterior tenía como propósito llamar a las personas a reflexionar seriamente sobre lo que creen y por qué creen lo creen. A juzgar por todo el revuelo que levantó, cumplió muy bien su propósito, aunque tengo serias dudas de que quienes reaccionaron virulentamente, casi condenándome al fuego eterno, hayan en realidad reflexionado sobre sus creencias. ¡Lástima! Perdieron una buena oportunidad. De entrada, lo que mi artículo develó es la poca profundidad y amplio desconocimiento que tienen muchos, que se consideran a sí mismos cristianos, de sus propias creencias y textos fundamentales.

Si tan solo hubiesen leído en alguna ocasión algo tan básico del cristianismo como las cartas de Pablo se habrían percatado de que lo único que hice fue parafrasear al apóstol de Tarso, quien en su primera epístola a los Corintios indicó: “La palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios... Puesto que el mundo, mediante su sabiduría, no reconoció a Dios a través de las obras que manifiestan su sabiduría, agradó a Dios salvar a los creyentes por la locura de la predicación. Los judíos piden señales y los griegos buscan sabiduría, pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y para los gentiles locura. En cambio, para los llamados, tanto judíos como griegos, Cristo es poder y sabiduría de Dios…” (1a. Corintios 1:18 al 24, versión RV95).

A eso debo añadir —con preocupación más amplia— la poca “comprensión de lectura” de muchos que la leyeron. En ninguna parte digo, ni explícita ni implícitamente, que no creo en ese mensaje. Tampoco lo admito explícitamente, pero eso fue hecho adrede para no influenciar a nadie y permitir que cada quien decida si cree o no en el mensaje del evangelio.

El texto es sencillo. Lo traduzco aquí para quienes leyendo no entendieron. El mensaje del cristianismo implica muchas cosas que no se pueden entender, comprender ni aceptar “racionalmente”. Por eso mismo es que es por “fe”. De ahí que si uno va a creer estas cosas, debe ser consciente de que lo hace a pesar de que la razón indicaría lo contrario.

Creo haber resumido en pocos párrafos el mensaje del cristianismo, centrado en la vida, muerte y resurrección de Jesús, recalcando la resurrección, ya que, como lo dijo Pablo también en esa epístola: “Y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana…” (1a. Corintios 15:17, v. RV95). La resurrección de Jesús es uno de los conceptos más inaceptables para la razón. Al mismo tiempo es el concepto clave que separa al cristianismo de las demás creencias.

Por momentos, al ver algunas airadas reacciones, creí que el mensaje no era entendible. Sin embargo, los mensajes de apoyo de algunos amigos, entre ellos un pastor evangélico y un par de amigos católicos, todos ellos fervientes defensores de sus creencias, me dan la pauta de que no hay peor ciego que el que no quiere ver.

Si les queda todavía la duda, entiendo todas las implicaciones de la “irracionalidad” del cristianismo, y aún así decido creer.

Artículo publicado en el diario guatemalteco Prensa Libre, el día jueves 12 de abril, 2012.

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