viernes, 28 de mayo de 2010

“Siempre quise ser una conejita…”

No debe desperdiciarse el talento de una joven para ensalzar la vulgaridad de otra.

Karen Cancinos

Eso dice la muchacha a quien elPeriódico, en una edición dominical, celebró con fruición. ¿Su triunfo? ¿Un descubrimiento científico, una hazaña humanitaria, una presea literaria, un reconocimiento aunque sea de esos que los políticos se otorgan entre sí? No, qué va. La alharaca se debía a que “es la primera guatemalteca que se quita la ropa para la revista Playboy”.

Cito: “Las puertas grandes se le abrieron después de su aparición en Playboy. Tres obras de teatro, un contrato en Televisa y uno de los 10 cupos en la escuela de artistas de esta cadena…”
Lo de las puertas grandes me parece discutible, a menos que por tales se entienda el ingreso de una mujer de 26 años a la industria pornográfica. Si estos son los criterios que tiene el periodismo nacional acerca de lo que significa ejemplaridad, tiene unas miras chatísimas.
Sigue el texto: “En un año y medio la joven obtuvo lo que no había logrado en más de 2 décadas en Guatemala.”

Pues claro, si hace más de dos décadas esa señorita era una niña. No podía “lograr” notoriedad posando desnuda para una colección de fotos obscenas. No se puede sostener con seriedad que esas fotografías son “artísticas”, como ella afirma. Porque es obsceno cualquier proyecto que apele al interés más espurio sobre el sexo, que retrate una conducta sexual patentemente ofensiva y que, tomado en conjunto, no ofrezca ningún valor literario, artístico, político o científico. De modo que esas fotos pueden en toda regla ser calificadas como obscenas. Sí, las vi. Me hizo tan repulsivo obsequio un diario que hasta entonces tenía por responsable.

Continúa el texto citando a la chica: “‘Me pasó las de Arjona’… ‘En Guatemala los medios… no me daban participación. Es triste que uno tenga que salir de su país para buscar las oportunidades’.”

No sé qué esperaba la mujercita, cuya esplendidez de cuerpo parece ir en proporción inversa a su cortedad de mente, a juzgar por la trabajosa ilación de sus respuestas. Aunque —hay que decirlo— la culpa no es de ella: se dan contestaciones estúpidas a preguntas estúpidas, como esa de “¿Qué sientes cuando te ves desnuda en una revista?”

Le pasó como al compatriota, dice. Su comparación resulta totalmente inapropiada: Ricardo Arjona ya era aquí un músico, y eso siguió siendo en México. Su oferta artística, que puede gustarle o no a uno, pero que en todo caso es indiscutible, se encontró con una demanda a la medida de su talento, y eso catapultó su carrera. Ahora bien, esa chica no es una artista, sino una mujer “de cabello largo e ideas cortas” (en palabras de Schopenhauer) dispuesta a explotar lo único que tiene y que le durará lo que su juventud, es decir, poco.

En Guatemala los medios no le daban participación, asevera. ¿Será, boba, que eso se debió a que aquí no se editan revistas porno?

Un asunto lamentable este, de veras. Tanto por esa muchacha, cuya degradación no ha hecho más que comenzar, como por el penoso desliz que supone que un medio publique una pieza tan insultante especialmente para las mujeres.

ElPeriódico debe ofrecer una disculpa a los lectores. El editor dominical debe hacerlo también con Paola Hurtado, una magnífica periodista cuyo nombre me dolió ver calzando ese bodrio cuasi porno. Porque no debe desperdiciarse el talento de una joven para ensalzar la vulgaridad de otra.

artículo publicado en el diaro guatemalteco "Siglo XXI", el día viernes 28 de mayo de 2010.

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