miércoles, 26 de mayo de 2010

¿Aliado estratégico?


La atención al tema ambiental cobra relevancia entre personas y sociedades con una posición económica más holgada.

Carroll Ríos de Rodríguez

Es comprensible que el movimiento ambientalista, desde sus orígenes hasta la actualidad, haya buscado en el Gobierno un aliado estratégico. Lucía como el ente social con el poder suficiente para frenar la devastación del progreso. El fundador del Club Sierra, John Muir, escribió: “El grave paganismo de la civilización ha generalmente destruido la naturaleza, y la poesía, y todo lo que es espiritual”. Sus escritos buscan persuadir al individuo, sí, pero Muir y sus sucesores exigen del Gobierno parques nacionales y nuevas leyes.

Efectivamente, el desarrollo, necesario para elevar el nivel de vida de las personas sumidas en la pobreza, contamina. Pero salvo para los radicales, la indigencia y el retroceso económico no es sostenible ni deseable. Además, hemos sido testigos de daños a la naturaleza provocados por comunidades de escasos recursos, así como por gobiernos que controlan los procesos económicos (la Unión Soviética y China comunista no tuvieron un récord limpio).

La preocupación ambiental tiene un costo. La atención al tema ambiental cobra mayor relevancia entre personas y sociedades con una posición económica más holgada. Entonces se invierten recursos en recuperar recursos dañados y evitar la destrucción de otros. En los países desarrollados, el mismo movimiento ambiental cobró relevancia una vez se superaron duras pruebas económicas (por ejemplo, la Gran Depresión y las Guerras Mundiales).

¿Pueden los gobiernos de países en vías de desarrollo asumir costosos estándares de primer mundo? ¿Poseen nuestros gobiernos la capacidad técnica y los fondos necesarios? Pasan leyes, pero ¿son razonables y se hacen cumplir? País pobre, gobierno pobre. Comparando el cuidado del ambiente a cargo del Gobierno con el que asumen organizaciones privadas, vemos un desempeño más eficaz entre el segundo grupo.

Visto objetivamente, el supuesto enemigo número uno del ambientalismo, el diablo encarnado, ha sido en la práctica un aliado estratégico real. Me refiero a la empresa. De hecho, el movimiento ambiental al nivel mundial se ha convertido en un gran negocio. Unos estudios señalan que los grupos ambientalistas se sostienen merced a las contribuciones de grandes corporaciones, de fundaciones privadas y de individuos, tanto como de impuestos (que también originan en el bolsillo de personas productivas). Paralelamente, las empresas muestran una mayor conciencia ambiental con productos orgánicos y los procesos verdes. El concepto de “responsabilidad social empresarial” abarca esta preocupación.

En Guatemala y otros países de la región, son las empresas formales las que cuentan con los recursos suficientes para adoptar procesos más limpios de producción, crear empleos que tengan un menor impacto ambiental que la agricultura de subsistencia, y colaborar en proyectos de rescate al Lago de Atitlán y otras aguas superficiales. Además, pueden financiar costosos esfuerzos de conservación. Vilipendiar a la empresa como lo hacía el Capitán Planeta en nada favorece al medio ambiente.

Artículo publicado en el diario guatemalteco "Siglo XXI", el día miércoles 26 de Mayo 2010.

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