jueves, 20 de mayo de 2010

La Acrópolis se cae

Federico Bauer Rodríguez

En mi última columna traté de contrastar al grupo de las diez naciones con mejor Human Development Index (HDI) de la ONU –en su mayoría representando al sistema socialdemócrata– y el grupo de las diez naciones más libres según Frasier y Cato Institutes. Ambos grupos tienen cuatro naciones en común, Canadá, Irlanda, Australia y Suiza, representando tres continentes, y que algunos consideramos una mezcla de libertad económica con “justicia social”.

Con las estadísticas que incluí podemos concluir que la calidad de vida de una nación no está correlacionada con las cargas fiscales de la misma, sino por la calidad de sus instituciones; es importante observar que las socialdemocracias que funcionan, tienen sistemas judiciales y protección a los derechos de propiedad, más eficaces que incluso los de algunos países más libres.

Hoy traigo a su consideración dos factores más, que son sine qua non para el desarrollo de una sociedad, sin importar si es socialdemocracia o sociedad liberal: el Corruption Perception Index (CPI) de Transparency International, que califica el grado de corrupción de los países, es también común a los países de los 2 grupos campeones mencionados en la columna anterior. Veamos a los mejores en orden descendente: Nueva Zelanda (calificación 9.4), Dinamarca, Singapur, Suecia, Suiza, Finlandia, Holanda, Australia, Canadá, Islandia, Noruega, Hong Kong, Luxemburgo y Alemania (calificación 8). No es simple coincidencia que la mayoría de esta lista sea común a las 2 listas de mi columna anterior.En nuestro terruño, sólo para poner algunos ejemplos que nos harán llorar: C.R. (5.3), Chile (6.7), Guatemala (3.4), Cuba (4.4), Argentina (2.9), y Venezuela (1.9).

El otro factor que es imprescindible manejar con responsabilidad en cualquier sistema social, es el tema macroeconómico (fiscal y monetario), ya que el tema fiscal fuera de control inevitablemente tiene consecuencias negativas, como recesiones y desempleo. Por su lado, el tema monetario, en el corto plazo, puede estimular la economía creando booms artificiales, que luego se transforman en burbujas especulativas, y terminan convirtiéndose en recesiones o depresiones, como la que estamos viviendo a nivel global.En la Unión Europea, hace un poco más de una década, la mayoría de sus miembros decidieron adoptar una moneda única, y se comprometieron en Maastrich a respetar 2 parámetros macroeconómicos: déficit fiscal inferior al 3 por ciento del PIB y deuda pública total inferior al 60 por ciento del PIB.

Actualmente, ningún país de la zona del Euro está respetando dichos parámetros, por lo que sus irresponsabilidades fiscales ya están teniendo consecuencias muy graves.Gracias a que los políticos griegos ofrecieron a sus votantes que pronto iban a poder vivir como alemanes o franceses, aún sin tener la capacidad productoras de estos, ahora les llegó el momento de la verdad, y sus cómplices en la travesura, tendrán que rescatarlos o perder sus multimillonarias inversiones en este país tercermundista, que creyó que compartiendo la moneda con los más ricos iba a poder vivir como ellos.

Cuando le quitamos la retórica al discurso socialdemócrata, nos tenemos que enfrentar con la realidad, y con la simple aritmética: lo que se reparte no puede ser superior a lo que se produce, y lo que se produce está directamente correlacionado con los incentivos económicos, e inversamente correlacionado con las cargas fiscales, esto es una verdad apodíctica. Sigo en la próxima.

Artículo publicado en el diario guatemalteco "El Periódico", el día jueves 20 de mayo de 2010.

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