miércoles, 17 de agosto de 2011

Sanas finanzas públicas


Carroll Ríos de Rodríguez

Además de la obvia corrupción, los escasos recursos en manos del Gobierno se pueden desaprovechar de mil maneras.

Solemos oír dos frases: primero, el presupuesto de la nación no alcanzará jamás para costear los programas estatales; y segundo, el Gobierno de Guatemala es pequeño en relación con gobiernos alrededor del mundo. Observadores internacionales, entre otros, nos dicen que el gasto público debería equivaler a un porcentaje mínimo del Producto Interno Bruto (escoja usted una cifra de dos dígitos), y que los tributarios deberíamos pagar más. Ante el apabullante panorama de corrupción en la administración pública nacional y el descalabro del Estado Benefactor en Europa y Estados Unidos, estos bien intencionados consejos requieren una pausada reflexión. Independientemente de qué partido gane la elección, ¿es conveniente confiarle al Gobierno aún más recursos? ¿Dispondrán de ellos juiciosamente, eficientemente, para beneficio de la población?

Los gobernantes de Estados Unidos acaban de protagonizar un acalorado debate para elevar el techo al endeudamiento gubernamental. Aunque los diputados demócratas y republicanos llegaron a un duro acuerdo favoreciendo más deuda, ésta ha alcanzado unas proporciones tan gigantescas que la opinión pública exige una reducción del gasto público. De hecho, ya formaron un comité bipartidista para intentar reducir el déficit fiscal federal en $1.2 billones (millón de millardos) en los próximos diez años. Puede ser muy poco o muy tarde, en vista de que la mayor parte de las erogaciones se destina a subsidios sociales de difícil eliminación. Algo similar ocurre en Europa, donde algunos ciudadanos, acostumbrados a recibir jugosas prebendas del Estado y ciegos ante la inminente quiebra de sus gobiernos, se resisten a la austeridad que la realidad ahora les impone.

Los hechos mundiales llevan a discutir la sanidad en el gasto público. Algo similar debería ocurrir aquí. Cada vez que se evoca la reforma fiscal, debemos hacer hincapié en la calidad del gasto público.

Los medios de comunicación dan seguimiento a casos graves de corrupción y despilfarro, pero luego del sensacional reportaje, nos quedamos con la impresión de que reina la impunidad. Son pocos los funcionarios públicos sancionados por mal utilizar los tributos del pueblo. Cabe preguntar: ¿Qué características de la maquinaria gubernamental posibilitan y propician el uso cuestionable de los fondos que tributamos al Gobierno? ¿Qué controles o reformas de fondo podrían cambiar dicha estructura de incentivos?

Además de la obvia corrupción, los escasos recursos en manos del Gobierno se pueden desaprovechar de mil maneras. Una solución ampliamente estudiada es la iniciativa del presupuesto balanceado. Como es el caso para los ciudadanos comunes, el Gobierno no debería tener la posibilidad de gastar más de lo que recibe en ingresos reales —el endeudamiento debiera limitarse—. Esto se puede lograr de varias formas, pero una estrategia popular es la enmienda constitucional que condiciona el crecimiento del gasto público. No podemos seguir tirando dinero al barril sin antes sellar bien el fondo.

Artículo publicado en el diario guatemalteco "Siglo 21", el día miércoles 17 de agosto 2011.

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