viernes, 26 de agosto de 2011

Al mediano plazo

Armando de la Torre


Pero hasta ahora nadie ha mencionado la descapitalización de nuestra economía.


Con el horizonte electoral más libre de barbarie, nos sería muy útil a todos discutir con mayor precisión los respectivos planes de gobierno de las diferentes agrupaciones políticas en competencia. A diferencia de otros, creo que las campañas políticas de 2011 han sido fructíferas y aleccionadoras. Ciertamente, nada aburridas.

De todos los temas nuevos introducidos en el debate partidista, estimo que el de la desnutrición infantil ha sido el más previsor de todos. En cierta medida, mérito de doña Sandra, que en absoluto la absuelve de sus demás crasos errores. No es tan solo cuestión del dolor y la marginación de los afectados; sino, sobre todo, de la competitividad y sobrevivencia de los potenciales adultos y de la nación entera. Se ha martillado por varios candidatos, y con razón, así como por combativos columnistas de opinión como César García, en la decisiva relevancia para el desarrollo de cada cual de los primeros mil cien días de vida a partir de la concepción. Porque a los niños desnutridos se les cierra por ello, casi siempre de por vida, toda oportunidad de realizarse. Es más, las extraordinarias tasas de cretinismo obvias en segmentos de nuestra fuerza laboral y de la administración pública deberían haberse constituido de tiempo atrás en los más poderosos incentivos para que le hubiésemos dado a este tremendo problema social la prioridad máxima.


Nos urgen, asimismo, más planteamientos claros y contundentes en torno a la independencia del poder judicial, a su decaída posición en la escala de las prioridades presupuestarias, más allá de la raquítica asignación constitucional del dos por ciento anual y por debajo de lo asignado a la única universidad estatal, y aun al deporte. No menos hacerlo más accesible a todos con el aumento del número de juzgados y jueces, en especial en aquellos departamentos de intensa ruralidad donde ocurren linchamientos, y de consolidar su completa transparencia, hoy más factible a través de un uso más racional de los medios digitales.


Pero todavía importa mucho que se reitere con más vigor y energía el compromiso de presidentes y diputados de respetar a rajatabla la igual independencia del poder judicial con respecto a ellos mismos, pues creo que son precisamente ellos quienes más refuerzan la impunidad generalizada en este país. Aparte de recurrir a reformas de la Constitución vigente, debidas ya de tiempo atrás, habríase en el entretanto, creo yo, de liberar al Ministerio Público de la sombra de la Presidencia de la República y de dotar de recurrente mayor capacitación a los fiscales, así como de mejores herramientas para su trabajo. Algo parecido, aunque en escala menor, debería procurarse al respecto de la Policía Nacional y, también, por qué no, de abrirle más espacio de acción a las incipientes policías municipales.


En cuanto al pretendido papel “rehabilitador” de las penitencierías, permanece este ausente de la retórica política, en desmedro de los reclusos, sus familiares, en especial sus hijos menores de edad, y aun de sus eventuales víctimas futuras.


El estancamiento económico, por otra parte, merece consideración especial. Como insiste Eduardo Suger, aquí parece que nada cambia. Los cintillos de la prensa contienen lo mismo de hace medio siglo, y las recetas sobre política fiscal y financiera avanzadas, por la mayoría de los candidatos, poco se diferencian de las recetas usuales del FMI y del Banco Mundial. Solo Suger, Harold Caballeros y Juan Guillermo Gutiérrez han aportado el aire fresco del sentido común a la discusión. Pero hasta ahora nadie ha mencionado que la descapitalización de nuestra economía deriva en línea directa de nuestra pobre tradición de respeto a los derechos de propiedad por parte de los legisladores, autoridades ejecutivas, fiscales, magistrados y jueces. Y que, en consecuencia, las oportunidades de trabajo en los Estados Unidos que tanto encandilan a los más ambiciosos y osados (por tanto los mejores) de entre nuestros emigrantes, se dan allá precisamente por la previa emigración de la riqueza generada en Guatemala, en su justificada fuga de los políticos expropiadores entre nosotros. Ojalá que algún día se enteren.


Artículo publicado en el diario guatemalteco "El Periódico", el día viernes 26 de agosto 2011.



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