viernes, 26 de agosto de 2011

Mi voto para diputados


Karen Cancinos

El voto para el Legislativo es relevante, pero debe hacerse con criterios definidos. Estos son los míos

Llamar a alguien “diputado” hoy es casi un insulto. Así de desprestigiado está el Congreso. Sin embargo, el voto que emitamos para el Legislativo tiene más importancia que el que decidamos para la Presidencia. Y es que es en la Novena Avenida, no en el Palacio Nacional, donde se discuten los temas políticos que más implicancias tienen para nuestras vidas cotidianas. Por eso explicaré mis criterios para votar por quienes lo haré.

Uno. Votaré por candidatos que no son tránsfugas. Sucede que valoro la lealtad; por eso, alguien que permanece en el partido político al interior del cual se formó, me parece respetable, además de serio en cuanto a las ideas que suscribe. Porque quiero saber qué puedo esperar de un congresista que me representará. Y me parece que en el Congreso hay demasiados fulanos que como candidatos dijeron ser agua y después, ya como diputados, reptaron bien compraditos a las agrupaciones que propugnan precisamente todas las bondades del aceite.

Dos. Votaré por candidatos con trayectoria. Siento mucho decir esto, pero no está preparado para ser diputado alguien que todavía lidia con acné juvenil y hormonas alborotadas. Un buen congresista es alguien que puede acreditar logros propios: chavitos de 20 no pueden mostrar logro alguno, no por incapaces o brutos (me alegra que haya tantos jóvenes brillantes y entusiastas participando en esta contienda electoral), sino sencillamente porque al iniciar la veintena apenas se está aprendiendo a vivir y las ideas se tienen revueltas. Haber ido a la U dos o cinco años no confiere a nadie la “calle” que se obtiene, lo digo en el mejor sentido, solo a través del trabajo constante, las vivencias existenciales, la formación de una familia y, especialmente, el fracaso, cosa que a ningún adulto nos ha sido ajena. Al salir de la adolescencia no se ha fracasado aún: la razón es que los errores que a esas edades se cometen son siempre de aprendizaje, nunca de juicio o de negligencia, que son los más dolorosos y los que más enseñan.

Me parece mal el ensalzamiento que se hace de la juventud, de la condición femenina o de la pertenencia étnica por sí mismas. Nunca los pocos años, el signo del sexo o el pigmento cutáneo de una persona son o deben ser considerados meritorios: la razón es que no son virtudes (pues estas se adquieren con esfuerzo) sino meras características. Incluso la primera, la juventud, es por definición transitoria.

Tres. Votaré por candidatos individualizados. Quiero decir autónomos, candidatos que se deben a sí mismos, a su vocación política, a sus condiciones para congresistas, a su determinación para seguir una carrera en lo público. En otras palabras, no votaré por “hijos de” ni “mujeres de”. Mi representante debe plasmar mis valores ciudadanos, y compartir conmigo la idea de que la política moderna no es, no debe ser, cuestión de parentelas parasitarias enquistadas en el presupuesto nacional, o reminiscencias absolutistas de herencias de poder a descendientes, cónyuges o amantes, aun si estos son ineptos.

Así los criterios, votaré por José Alejandro Arévalo, Pablo Duarte y Jorge Luis Contreras (PU) para diputados del Distrito Central, por Jorge de León (CREO) para diputado por lista nacional, y por Lionel Lira (VIVA-EG) para diputado por los municipios de Guatemala. Para el PARLACEN votaré nulo.


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