martes, 2 de agosto de 2011

Jicaques todos


Estuardo Zapeta

Hoy los candidatos andan con cualquier babosada jicaquezca que le pongan en los pueblos adonde llegan a presentar “el hielo de Macondo”...

Verdad, ahora los indios sí sirven, aunque sea para el voto, pero de algo sirven durante la campaña, de ahí ni se acuerdan de la caitada.

Hoy los candidatos andan con cualquier babosada jicaquezca que le pongan en los pueblos adonde llegan a presentar “el hielo de Macondo”, y ofrecen un espectáculo como el del “Senador Onésimo y Laura Farina” en los cuentos de García Márquez.

Pero superando la ficción latinoamericana la realidad guatemalteca es de las más patéticas, y el constructo iconográfico es útil para estas fechas, porque ahora sí se ponen caites, güipiles, morrales, chachales, rebosos, cortes, plumas, jade, sombreritos y cuanto chunche les den.

(Cuentan que un candidato, de esos oportunistas que no conoce ni el país que quiere gobernar, llegó a un pueblo del Altiplano y no le dieron ni pura estaca de “souvenir indio”, y ni lento ni perezoso mandó a su achichincle –porque todos tienen por lo menos uno—a comprar alto “típico”. El achinchicle salió corriendo y compró, según él, una tela típica con un hoyo en el centro, se lo dio al candiducho, y como no sabía qué hacer con semejante pieza, metió la cabeza en el hoyo y se la puso encima de la camisa, y por supuesto que fue el payaso del “mitin” hasta que un local le explicó que la pieza era de vestir pero para mujer. El candidato avergonzado se deshizo de tan vistoso traje.)

(Otra anécdota, en un pueblo de oriente, allá donde “los hombres escupen balas y la cultura apesta” –o por lo menos así escribieron en elaborado pergamino en lugar de “la cultura es peste”—se cuenta que como “no hay indios” y no podían darle nada “típico” a un candidato, acordaron regalarle una pistola y un machete. Pues todo iba sobre ruedas hasta que a la hora de la entrega pública, el indicado, muy nervioso por acercase a un “semidiós” del Olimpo chapín, le dice al candidato: “y en nombre del pueblo tal y tal, le hago entrega de esta pistola y este machete...” , pausa de silencio sepulcral... prosigue el paisano: “la pistola es para que plomacee a sus enemigos... y el machete para que planacee a su mujer cuando no le haga caso”, y dichas estas sentencias el pueblo irrumpió en sonoros aplausos. El “candidote” no tuvo más que aceptar sendos regalos.)

(Ah, y si les contara la anécdota del candidato y la prostituta en Escuintla, o la de la botella de “kusha” con muñeco incluido).

Pero lo que me cuestiono con tanto jicaquismo es qué harán cuando llega la premio Nobel Rigoberta Menchú, pregunto, le darán alguna pieza “ladina, mestiza, Xinca, o garífuna”.

Veremos más jicaquismo a ultranza, ceremonias indígenas, “paabanks y rabinales achís,” más “cofradías” desfilando cual pasarela de París o Milán, todo con ganarse el favor del pueblo.

Ojalá, algún día, los candidatos cambien de rol y sean “el jardinero indio, el guarura oriental o la ´muchacha´ indita --¡salud!-- o la vendedora de mercado cantonal.”

De veras, los candidatos no entienden que los únicos “jicaques” aquí son ellos, como piezas de diversión comunitaria, y por mí que los hagan “sacrificio humano”.

Artículo publicado en el diario guatemalteco "Siglo 21", el día martes 02 de agosto 2011.

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