viernes, 11 de noviembre de 2011

Carácter y decisión


Karen Cancinos

Eso decía todo el tiempo el hoy presidente electo. Carácter y decisión: pues que se vean.

La elección de Otto Pérez como presidente me hizo suspirar de alivio. No rebosar de dicha, ni palmotear de gozo porque ahora sí, las cosas cambiarán y todos, de la mano como hermanos y corriendo descalzos por un verde prado de cara al sol, nos encaminaremos juntos hacia una nueva era.

Qué va. Ni el general ni ningún político pueden hacer tanto bien. Lo que sí pueden hacer es mucho mal, a muchos, durante mucho tiempo. Por eso, la elección de Pérez me tiene tan contenta: no porque él haya sido el designado, sino porque no lo fue Baldizón. Ese individuo significaba la garantía para Guatemala de parar como Nicaragua en menos de una década. Por fortuna dejó bien claros su descaro y su ordinariez: tanto hubiese dado un rótulo en su frente que dijera “Tengan por seguro que completaré el desguace minucioso del país que empezaron y dejaron bien adelantado los Colom Torres”.
Así que Otto Pérez y su equipo (por cierto, celebro la designación de Mauricio López Bonilla como Ministro de Gobernación), más que intentar resolverles la existencia a trece millones de personas, de lo que deben cuidarse, en primera instancia, es de no perjudicarlas. Y eso significa que cualquier política pública que acometan, deben diseñarla y ejecutarla con la mira en el largo plazo, no en el corto, y en beneficio de todos, no de un sector o gremio.
Se dice fácil, pero no lo es. Porque lo usual es privilegiar el corto plazo, y eso lo hacemos todos, no solo los políticos. Es más, aprender a tomar decisiones pensando en el futuro —que por definición significa incertidumbre, pues no sabemos si tomaremos parte en él— requiere desprendimiento, y eso cuesta. Lo que se nos da naturalmente es pensar en nosotros, en el ahora, y ocasionalmente en los que ya se fueron. Pero no solemos pensar en los que vienen; eso hay que aprenderlo. Si trasladamos esto al plano político, entenderemos porqué a los políticos se les dificulta tanto, más que al resto de hecho, actuar pensando en el futuro. Y es que la naturaleza de la acción política es de corto plazo: el horizonte temporal es la próxima elección. Pero si quienes asumirán la conducción del aparato público el próximo enero son de veras patriotas, pienso que pueden hacer el esfuerzo de sustraerse a la inclinación de encauzar todos sus actos con la mira puesta en 2015. Lo inteligente es decidirse a trabajar con honradez y respetar a la ciudadanía absteniéndose de tratarnos como si fuésemos estúpidos: así, la reelección podría dárseles legítima y holgadamente.
Eso por un lado. Por el otro, ya es hora de que se entienda que gobernar no es apaciguar a grupúsculos que salen aquí y allá exigiendo mil cosas. “Carácter y decisión” tenía todo el tiempo en la boca el hoy presidente electo. Pues que se vean, porque los requerirá a la hora de que alborotadores y timadores bloqueen carreteras y vías para “visibilizarse” y “reclamar sus derechos”. Cien, mil o diez mil fulanos, no importa: el daño es para millones, y no debe permitirse. “El general de la paz”, le dicen sus fans. Jamás debe equivaler a “El general de la blandenguería”, que de esa ya hemos tenido demasiado, cortesía del divorciado tristón que, para bien de todos, ya tiene una de sus delgadas piernas fuera del Palacio Nacional.

Artículo publicado en el diario guatemalteco "Siglo 21", el día viernes 11 de noviembre 2011.

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