martes, 10 de agosto de 2010

In memoriam


Manuel Ayau falleció. Más correctamente, simplemente se nos adelantó. Su cuerpo no pudo ganar la batalla contra el cáncer. Pero su legado perdurará como un ejemplo a presentes y futuras generaciones de lo que una persona puede hacer e inspirar para bien. En verdad, si hubiese más guatemaltecos con esa capacidad, nuestro país sería más próspero.

JOSÉ RAÚL GONZÁLEZ MERLO

Ninguno de nosotros puede evitar la realidad de la vida y de la muerte. Sin embargo, lo que sí podemos es decidir cómo queremos enfrentar esa vida y qué queremos dejar como nuestro legado ante la inevitabilidad de la muerte. Manuel Ayau también tuvo ese dilema y terminó siendo uno de los ciudadanos que más positivamente ha influido sobre nuestro país en nuestra historia moderna. Como empresario, como intelectual y como servidor público, su influencia cambió mi vida y la de miles de otras personas que, posiblemente sin saberlo, tienen un mejor nivel de vida gracias al legado de Manuel Ayau.

Muso, como le decíamos cariñosamente quienes le apreciábamos, fue un hombre íntegro, inquieto, tenaz e intelectualmente curioso. De un humor fabuloso; de una convicción y capacidad para presentar sus argumentos que ponía en problemas a cualquiera. Nunca fue hipócrita. Jamás condonó la violencia. Fue un hombre de paz que defendía el derecho y la capacidad de todos de ser prósperos mediante el intercambio libre y pacífico. Fue también un autodidacta que compartía sus dudas con los más renombrados intelectuales, entre los que había varios premios Nobel. Y, sobre todo, fue generoso al dedicar su vida a divulgar esos conocimientos con todos aquellos que estuvieran dispuestos a abrir su mente.

También fue un gran empresario; dejando atrás aquel refrán que “los que pueden hacen, mientras que los que no pueden, enseñan”. Muso pudo y enseñó. Sus aventuras le llevaron, inevitablemente, también a la política. Fue diputado y candidato vicepresidencial. Ambas experiencias fueron suficientes para que no volviera a intentar regresar a ese mundo. Sin embargo, su vocación por cambiar a Guatemala lo llevó por otras sendas cívicas no menos importantes. Manuel Ayau ha sido mucho más influyente de lo que nosotros podamos llegar a creer. Con su carisma y humildad, reclutó a gente brillante y los inspiró a luchar por la libertad. Fue un líder positivo, de esos que tanta falta hacen en Guatemala.

Muso falleció. Todos sabemos que nadie está acá para siempre. Sin embargo, ello no es consuelo para el dolor que sentimos aquellos que tanto valorábamos su presencia física. Muso se nos fue, pero él no hubiera querido que le llorásemos, sino que continuásemos con su trabajo. Su herencia ha sido la más valiosa que cualquiera nos pudo haber dejado: conocimiento, razón y ejemplo de vida. Ese fue Muso y ahora nos toca continuar con su trabajo.
Artículo publicado en el diario guatemalateco "Prensa Libre", el dia martes 10 de agosto 2010.

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