miércoles, 14 de diciembre de 2011

Gracias, familia Siekavizza…

Carroll Ríos de Rodríguez

Las familias pueden y deben construirse sobre un amor respetuoso, cuidando la integridad física y emocional, así como la libertad y responsabilidad personal.

Vi una película en la cual, con telar en mano, una anciana decía a unos jovencitos que las vidas humanas son como los hilos de su bordado: se cruzan por la parte de atrás, a veces de forma duradera y otras fugazmente. Las personas tendemos a apreciar sólo los nudos y errores del lado reverso de la costura, aunque el frente del bordado, visto en su conjunto, luzca armonioso. La anciana les legaba así tres valiosas lecciones: debemos aprender de los demás, obrar siempre el bien, conscientes de que nuestras palabras y actos repercuten en otros, y anticipar que la vida traerá sufrimiento junto con alegrías.

Muchos sentimos que las vidas de los miembros de la familia Siekavizza se entrelazan con las nuestras, quizás porque leemos con empatía noticias sobre Cristina o colgamos listones rosados. Yo experimenté dos encuentros tangenciales y deshilvanados. Conocí brevemente a Susana en las aulas universitarias, y mi hijo es compañerito de María Mercedes, aunque no tuve el placer de conocer a madre e hija. Dos pequeñas puntadas, que me mueven a unirme con fervor a las oraciones promovidas por sus amistades cercanas. Y que hoy me impelen a escribirles estas líneas, no sólo a manera de apoyo moral, sino para agradecerles lo que inadvertidamente hacen por nosotros.

Nos han dado un ejemplo vivo de lo que es una familia sana y cristiana, y lo que hace cuando una horrenda tragedia golpea. Imagino lo disruptivo que debe ser el abrir las puertas de su hogar a guatemaltecos y extranjeros, cediendo privacidad, compartiendo sus fechas de cumpleaños, sus luchas y sus plegarias. Sus motivos son transparentes: encontrar a Cristina para darle cristiana sepultura, y recuperar a los niños para brindarles un hogar estable. Además de ganarse nuestra simpatía por la justicia de su empresa, nos enseñan cómo vivir la fortaleza, la prudencia, la perseverancia, la humildad y la rectitud de intención. Sin ocultar su tristeza y cansancio, uno y otro da declaraciones públicas contundentes y valientes, pero respetuosas. Han evitado las generalizaciones y las etiquetas: Cristina no es un número en una lista de “femicidios”, ni todos los hombres son violentos y machistas, ni el matrimonio es un mecanismo de opresión. Sus ojos no están nublados por la ira. Al contrario, vemos cómo deberíamos amar a nuestros seres queridos, con entrega, acompañándonos unos a otros en las penas y las alegrías, y guardando un profundo respeto a la dignidad del prójimo, sin manipulaciones, ni humillaciones, ni violencia. Las familias pueden y deben construirse sobre un amor respetuoso, cuidando la integridad física y emocional de cada miembro, así como la libertad y responsabilidad personal. Si hay necesidad, podemos tomar acciones constructivas para remendar relaciones dañadas.

Estamos en tiempos de Adviento, tiempos de esperanza, preparación y gratitud. Estoy segura de que, en las listas de cosas que agradeceremos a Dios este año, muchas familias incluirán las lecciones que hemos recibido de Ustedes. Y seguimos rezando…

Artículo publicado en el diario guatemalteco "Siglo 21", el día miércoles 14 de diciembre 2011.

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