viernes, 14 de octubre de 2011

Pérez y Baldizón (2)


Karen Cancinos

Hay más diferencias que similitudes entre estos dos. Sus partidos, por ejemplo. Démosles un vistazo.

No pretendo recoger en unas líneas el clima de opinión actual, pero me parece que desde el pasado 11 de septiembre he escuchado demasiadas veces, parafraseada, la frase que Mario Vargas Llosa hizo famosa cuando se planteó la disyuntiva de escoger entre Ollanta Humala y Keiko Fujimori en su natal Perú: “Es como elegir entre cáncer terminal o sida”. Columnistas y ciudadanos han equiparado a los candidatos Pérez y Baldizón a un cúmulo de células enloquecidas o a un virus maligno. Y no es que el uno no esté rodeado de impresentables tránsfugas, o que el otro no sea un demagogo indecente. Pero eso decidió la mayoría, ¿no? No es coherente sacralizar las bondades de la democracia y luego sollozar porque no nos gustan sus resultados. Como si el método democrático garantizara la selección de los mejores.

Lo que soy yo, no desfallezco por estos señores. Pero de ahí a ponerme a gimotear que “no tengo opciones” tampoco, pues se trata de si puedo encontrar en lo que representan algo que pueda compartir, no de si me simpatizan o me desagradan. No tengo motivo para desearles el mal (a ellos ni a nadie), pero debo decir que respeto a una persona cuyo actuar sea predecible. En asuntos de conducción gubernamental, un populachero sonriente que puede salir con cualquier cosa, abrazar cualquier causa, aliarse con todos y con ninguno, me parece sumamente peligroso.

Ya que debo decidirme para votar por uno de los dos, pues es lo que hay, he considerado cuatro criterios para afirmar con solvencia ya sea que estos personajes son dos expresiones de la misma cosa o, por el contrario, que representan opciones más o menos excluyentes entre sí. Estos criterios son: bancada congresal y equipo de gobierno; partidos políticos; candidatas a la vice presidencia, y trayectoria de cada uno (qué han hecho en sus vidas, no qué se espera que hagan en el futuro, o qué es lo que dicen que harán como presidentes, de ganar la contienda).

La semana pasada exploré el primer criterio, el de sus respectivas bancadas electas al Congreso. Hoy repasaré el segundo, el que se refiere a sus respectivos partidos, y para eso me centraré en el nombre de sus agrupaciones políticas. Si ha leído hasta aquí, por favor termine el texto antes de tacharme de frívola, pues no es este un análisis caprichoso. Parto de la idea de que cómo nombra uno las cosas dice más de uno que de estas.

Veamos. Uno de los partidos en contienda se llama Patriota. No está mal; de hecho, es un buen nombre para una agrupación política. El patriotismo (no el nacionalismo) es una cualidad que admiro en mis conciudadanos y que intento reforzar en mi vida cívica. Me molesta que se vitupere y denigre a Guatemala, sobre todo si quienes lo hacen nacieron aquí y todo lo que aman está también en esta tierra.

El otro partido se llama Libertad Democrática Renovada. Vaya usted a saber qué es eso. Para mí que el fundador de esa agrupación (de apenas un par de años de existencia) no tiene la más peregrina idea de qué es libertad, y por eso piensa que se la puede adjetivar como democrática. En cuanto a lo de renovada, solo él sabrá a qué se refiere. Supongo que quería formar el acrónimo LIDER a toda costa. ¿Así pensará alcanzar el poder también o, peor aún, ejercerlo, retorciendo lo que sea menester? Mala cosa.


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