viernes, 8 de julio de 2011

Estrógeno en las elecciones (3)

Karen Cancinos


Unas reflexiones sobre las candidaturas de Rigoberta Menchú y Adela Torrebiarte.


Sigo haciendo algunas reflexiones sobre la participación de varias señoras en la presente contienda electoral. La semana pasada expliqué las razones por las que no votaría por Raquel Blandón ni por Patricia de Arzú, no solo por sus posibles motivaciones sino por su falta de idoneidad y, sobre todo, por sus asociaciones, La primera, con un personaje que da pavor (Manuel Baldizón), y la segunda, con un marido cuya propensión despótica ha marcado época, una por cierto que ya es hora de dar por finalizada.


Cuidado nomás, no sea que los residentes capitalinos “caigamos de las brasas a las llamas”, por usar una expresión de las abuelitas. Pues si el traspaso de la vara edilicia de la Ciudad de Guatemala va de Álvaro Arzú a Alejandro Sinibaldi, cuya trayectoria se limita a un colosal derroche en una campaña millonaria, yo usaría otra frase de gente grande: más vale lo viejo conocido. Sin embargo, no hay que ser fatalistas. Pues alternativas deseables y viables hay, y no se limitan a estos dos.


Volvamos entonces al tema que nos ha ocupado estas últimas semanas. Analicemos ahora la candidatura de Rigoberta Menchú, quien no necesita presentación, actual colega columnista aquí, en Siglo.21. No votaré por ella, y aunque para quienes no resultan desconocidas mis posiciones en política y economía huelga decir por qué, para quienes leen estas líneas fuera del país me parece necesario explicar mi pensar respecto a esta candidata.


La señora Menchú, bien conocida en el ámbito internacional por detentar un Premio Nobel de la Paz, con todo el prestigio que eso conlleva, no es, sin embargo, una opción a considerar para dirigir el gobierno de nuestro país. Claro que esa es mi opinión, pero está fundada y por eso la expreso con la libertad que nos ampara a todos. Baso mi aseveración en el hecho de que las propuestas de la candidata son propias de la izquierda más sesentera e inoperante. Sus columnas en este mismo medio me hacen pensar que es posible que sus posturas personales no sean tan rancias sino más bien resulten socialdemócratas, pero las mismas no se han plasmado en la plataforma política de los partidos que la han propuesto como presidenciable. Porque a estos se los continúa percibiendo como agrupaciones ya ni siquiera de la vieja guardia socialista, sino fósiles en franca decadencia, y la prueba está en los más que magros resultados que obtienen elección tras elección.


Adela Torrebiarte es otra mujer a quien hay que considerar. Sería una opción de voto para mí, de no ser porque las encuestas la sitúan en los coleros. Ya he dicho que uno no vota por encuestas sino por personas, pero si tomamos en cuenta el hecho de que entre las primeras tres candidaturas a la presidencia hay una alternativa ideológica y propositivamente similar a la de Torrebiarte (la de Suger), y que esta sí tiene posibilidades serias de pasar a la segunda vuelta, se colige entonces que entre la una y el otro la decisión está más que clara. Eso si uno, como yo, es un votante cuyas ideas sobre la vida en sociedad se fincan en un gobierno legítimo, estrictamente limitado a las funciones que le competen. Espero por tanto que esta participación para Torrebiarte no sea debut y despedida, sino tan solo un primer ejercicio político electoral del que salga con experiencia y fortaleza.


Artículo publicado en el diario guatemalteco "Siglo 21", el día viernes 08 de julio 2011.

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