martes, 5 de julio de 2011

El fin de una injusticia

JOSé RAúL GONZáLEZ MERLO.



El 17 de agosto del 2010 escribí: “Carlos Vielman y Alejandro Giammattei no merecen ser llamados criminales o asesinos. Conozco a ambos desde hace décadas y son personas, imperfectas como cualquier otra, pero no merecen esas acusaciones.” A casi un año de ser perseguidos, Alejandro, finalmente, recuperó su libertad luego de un injusto encarcelamiento.



No se puede decir que “se hizo justicia”. Más bien se terminó con una injusticia. A pesar de que todo acusado es inocente hasta que se pruebe lo contrario, Alejandro fue encarcelado sin posibilidad de defenderse fuera de la prisión. Todo el poderío de la Cicig y el MP fueron incapaces de probar aquella espectacular lista de delitos que le imputaban. Un rosario de conspiraciones, asociaciones ilícitas y asesinatos a cual más exagerado que hicieron buenos titulares de prensa nacional e internacional.


¿Y ahora qué? ¿Quién va a disculparse con Alejandro por el daño causado? ¿Quién va a devolverle el tiempo que pasó en la cárcel? ¿Quién va a pagarle los gastos de sus abogados? La respuesta es nadie. Ni la Cicig, ni el MP ni nadie. La injusticia cometida seguirá indefinida e irresponsablemente. Cuando escribí esa columna en favor de Carlos Vielmann y Alejandro Giammattei, muchas personas ingenuamente me criticaron diciendo que “el que nada debe, nada teme”. Fácil decirlo. ¿A cuántos de ellos les gustaría pasar un año o más en prisión injustamente, acusados por crímenes que no cometieron? Eso es suficiente para hacernos reflexionar respecto de los poderes que les hemos dado a nuestras autoridades. El poder de encarcelarnos y mantenernos en prisión hasta que nuestro lento sistema judicial nos permita salir.


Al contrario. El que nada debe, mucho tiene que temer frente al poder ilimitado e irresponsable. Supuestamente, la Cicig y, ahora, leyes como la de “extinción de dominio” serían aplicadas únicamente a los criminales, ¿verdad? Esos eran los comerciales. La realidad siempre es otra. Menos mal que la extinción de dominio no estaba vigente, porque dejan a Alejandro y su familia en calzoncillos, y a pesar de quedar libre, nunca le hubieran devuelto lo confiscado. Con razón Carlos Vielmann ha acudido a los tribunales españoles buscando imparcialidad. En España, Carlos no es un trofeo judicial en la figura de un ex presidente de la Cámara de Industria… La esperanza que queda es que la misma injusticia sea corregida en su caso.


También queda la esperanza de que los jueces guatemaltecos sean capaces de resistir la presión de embajadores, la Cicig y el MP en este tipo de casos, y se les permita hacer lo justo. Como dijo alguien, es preferible que un criminal quede libre a que un inocente sea encarcelado. Dios bendiga a Alejandro y que sea Él quien le restituya la injusticia cometida.


Artículo publicado en el diario guatemalteco "Prensa Libre", el día martes 05 de julio 2011.

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