jueves, 2 de junio de 2011

Rafa Pilatos




JORGE JACOBS A.



Aunque haya a quien el “pro-nunciamiento” del vicepresidente Espada le parezca encomiable y digno, a mí me parece que es un tardío reconocimiento del total fracaso y desfachatez de la actual administración y una conveniente lavada de manos para quien, pudiendo haber hecho, o al menos dicho, algo mucho tiempo atrás, es plenamente corresponsable del desmadre en que actualmente se encuentra Guatemala.



No nos olvidemos de que él es el segundo a bordo del Ejecutivo y el responsable, constitucionalmente, de las decisiones en materia económica que toma el Gobierno. Que en la práctica haya sido un cero a la izquierda en esta administración no lo exime de todas las malas decisiones tomadas “en gabinete”, de los malos manejos de fondos, del desvío de miles de millones de quetzales malgastados en la campaña de la ex primera dama, una de las que califican entre lo que él llama tímida y tangencialmente a que los tribunales “procesen conforme a derecho”.



No nos debe extrañar esta lavada de manos a poco más de seis meses de concluir su mandato. Tanto él como el presidente Colom parecen finalmente entender que su tiempo se acaba, que el poder y sus mieles —no así sus dineros— son efímeros y que el juicio de la historia los va a arrollar dentro de poco.



El presidente, ya casi al final de su mandato, todavía les echa la culpa de todo lo que sucede a los gobiernos anteriores, con lo que tácitamente reconoce que su administración no ha hecho nada que valga la pena. Desde el inicio fue claro que la seguridad no era su tema y que si la queríamos había que pagar más impuestos porque los que ya se pagaban se iban a utilizar para la campaña de su esposa, digo, para sus “programas sociales”.



Hasta hoy, siguen chantajeando con que si no se aprueba una ampliación presupuestaria, no habrá seguridad, pero cuando uno revisa la dichosa ampliación resulta que la mayoría de los fondos “ampliados” van a dar a los lugares de donde se saca dinero para los “programas sociales”, y todavía con la desfachatez de exigir que se quiten los candados que evitan el traslado a los mismos.



Y aún así el presidente pide que “confiemos en él”, que no serán utilizados para fines políticos. Sí, como no.



El vicepresidente, en su pronunciamiento afirma que vivimos en momentos de crisis, de gasto público “desordenado” que “desata calamidades”, y lo que hace es “exhortar públicamente” a sus colegas del Gobierno Central a “conducir con honor y sentido de Estado”. ¡Hipócrita!
Si a lo que se refiere es a que están robando dinero y haciendo malos manejos con el dinero de los tributarios enfrente de sus narices, lo mínimo que debería hacer es renunciar y presentar las denuncias correspondientes. Si tan solo él mismo hiciera honor a la “transparencia” que solicita de los demás.



A estas alturas de una partida tan deplorable, exhortar al “honor y sentido de Estado” a sus compinches que ha apañado y defendido durante tanto tiempo es una bofetada para los guatemaltecos.



Se equivoca el vicepresidente al decir que llevamos 200 años de vida republicana. Precisamente porque no vivimos en una verdadera república es que sus “colegas”, él y muchos de los que los han antecedido han sido capaces de llevarnos a la “hora crítica” actual. Pero, claro, es mucho pedir de él que entienda la diferencia entre democracia y república.
No, don Rafa. Ese pronunciamiento no basta para lavarle las manos.




Artículo publicado en el diario guatemalteco "Prensa Libre", el día jueves 02 de junio 2011.

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