martes, 7 de junio de 2011

Con la tasa, sin el desarrollo

JOSé RAúL GONZáLEZ MERLO

Llegó la temporada de presentar los planes de gobierno. Dicen que, “quede quien quede”, tendrá que hacer una “reforma tributaria” a como dé lugar. Antes les daba vergüenza decirlo en la campaña; ahora ya la van perdiendo. No importa que traten de matizarlo, las intenciones tienen poco de reforma y mucho de tributaria. Léase: un simple aumento de impuestos manteniendo el status quo.

A ningún político le conviene hacer reformas tributarias para hacer más transparente y eficiente el uso de los fondos públicos. Es poner limitaciones a la capacidad de usar el Presupuesto de Gastos de la Nación como el gran botín político, para “pasar de zope a gavilán”. Por ello es que el énfasis siempre viene en dos líneas: un aumento explícito o implícito de las tasas de impuesto y un aumento en las facultades discrecionales de la SAT para, arbitrariamente, poder fijar multas y reparos. “Ampliar sus facultades de fiscalización” —dicen unos. Facilitar el terrorismo fiscal, digo yo.

En medio de este dilema, la firma de contabilidad internacional Price Waterhouse publicó recientemente su estudio Paying Taxes 2011, una recopilación de la tasa efectiva de impuesto sobre la renta —ISR— que pagan las empresas en 183 países. El análisis reporta una tasa efectiva de ISR corporativo de 26% para las empresas guatemaltecas, cercano a nuestra tasa nominal del 30%. Interesantemente, en Centroamérica, solamente Honduras reporta una tasa mayor (27%). Las empresas ticas, por ejemplo, con todo y su fama de ser la “Suiza de Centroamérica”, pagan una tasa del 19%. El paradigma que las empresas de países desarrollados pagan “altas tasas de impuesto” comienza a caer cuando nos encontramos que las empresas alemanas pagan, en promedio, 23%... ¡Aló, Sr. embajador! Y si quiere terminar de romper el paradigma, las empresas suecas, en promedio, pagan una tasa efectiva de ISR del 16%.

¿Quiere decir que bajas tasas de impuesto implica mayor desarrollo? No necesariamente, pero pareciera que Alemania y Suecia entienden que gravar el capital no es conveniente, aún para países desarrollados. Tampoco podemos concluir en que las tasas de impuesto más altas implican mejores niveles de desarrollo. ¿Qué hacemos entonces? La mejor receta es usar el sentido común que nos invita a analizar la calidad y no la cantidad del gasto público. Es hora de “congelar” el debate sobre las tasas y es hora de despertar el debate sobre el uso de los recursos públicos.

Así que, por lo menos en el caso del ISR, las empresas guatemaltecas están viviendo el infierno chapín: pagando tasas de país desarrollado y recibiendo servicios de país subdesarrollado. La pregunta para los candidatos no es ¿cuánto van a subir las tasas?, sino ¿cuándo y cómo nos darán un servicio público que valga la pena?

Artículo publicado en el diario guatemalteco "Prensa Libre", el día martes 07 de junio 2011.

No hay comentarios:

Publicar un comentario