martes, 24 de mayo de 2011

Medias verdades

PEDRO TRUJILLO



Ante el evidente palmario e innegable fracaso del Gobierno en materia de seguridad, el presidente, el ministro de Gobernación y otros muchos incluyen en sus intervenciones la necesidad de contar con más recursos y mejores capacidades. No les falta razón en algunas apreciaciones. Sin embargo, hay que aclarar que sobre todo en los últimos años, el tema de la seguridad no ha sido prioritario y cada vez más descubrimos que ni siquiera es importante o significativo, a pesar de ser la primera demanda social y el deber esencial de todo gobernante.


Se interesaron más por dilapidar el dinero público en ciertos programas populistas —que no han servido para mucho (o para nada)— y en transferir parte de los recursos con los que contaban. Determinadas ONG y ciertos personajes —que viven de proclamar lo que donantes internacionales quieren oír, son juez y parte interesada o sencillamente no tienen ni idea del tema— son el principal obstáculo para que la seguridad permanezca en el lodazal en que ellos mismos la metieron con sus absurdas propuestas y continuas presiones desde la firma de los acuerdos de paz.


Desprestigian permanentemente al Ejército, critican las patrullas combinadas —cuando en la torre Eiffel o el aeropuerto parisino son soldados quienes apoyan a la Policía y todo se mira con normalidad— y otras inútiles injerencias propias de sus agendas monetario-ideológicas pero no del interés del país.


Hay que potenciar a las fuerzas de seguridad y a los órganos encargados de inteligencia, pero no es menos cierto que en este país todo se sabe. No es un problema de falta de información, más bien de lo contrario. El exceso de información posibilita el soborno, la corrupción, el engaño y la venta de la misma, permitiendo al criminal anticiparse a la actuación judicial o policial. Hay muchos bocones en altos puestos que filtran detalles y de ahí el fracaso de operativos, de allanamientos o de actuaciones judiciales.


La “infocorrupción” permite que ciertos funcionarios conformen su parcela de poder y se involucren con criminales organizados a quienes alertan cuando son buscados o tienen un proceso en contra.


El lamento de la falta de medios —cierto, solo en parte— no es justificable sin agregarle el enorme grado de infiltración como causa principal de la mayoría de los fracasos de las acciones del MP o de la Policía. Separaron a 10 fiscales, a un ministro y a un secretario —que sepamos—, pero ninguno está en prisión. Robaron repetidamente armas en depósitos militares y tampoco nadie está encerrado por ello. Fallaron en diversos operativos de búsqueda, pero no se actuó contra los responsables.


Es menos comprometido desprenderse del estorbo cesando a quien convenga o a segundones que interponiendo una demanda judicial que mande a los responsables a la cárcel de inmediato y sean procesados por colaboradores. Ahí deberían utilizar parte de esa inteligencia que prometieron en las elecciones y que brilla por su ausencia. Se cuenta con suficiente información. No hay que saber más de lo que se conoce o se puede conocer. Basta con pasear por las calles de ciertos pueblos, ver algunas fotografías terrestres tomadas desde aviones, preguntar a los vecinos o chequear movimientos en la SAT para darse cuenta de que —a poquito que la cabeza y los pantalones les dieran— podrían haber hecho mucho más. Medios faltan, pero capacidad política y voluntad nunca existieron ¡A estas alturas, dejen de lamentar su patente inutilidad y no se justifiquen ni mientan más!



Artículo publicado en el diario guatemalteco "Prensa Libre", el día martes 25 de mayo 2011.

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