viernes, 17 de agosto de 2012

Recuerdos de la feria

Luis Figueroa Me fascinaba cómo cantaban lotería.
Mi primer recuerdo de la Feria de Jocotenango es de cuando estaba en primer grado de primaria. Mi padre y mi tío Freddy nos llevaron a mi hermano y a mí; y en el tiro al blanco me gané una botellita de vino que mi mamá usó para sazonar un pollo. También recuerdo que me dio miedo pasar junto a las carpas en las que eran exhibidas la mujer araña y el niño gusano. Recuerdo que subimos a uno de esos aparatos que dan vueltas y que me bajé totalmente mareado. No volví a sentir nada tan espantoso hasta hace unos 10 años, en Sumpango, cuando tuve la mala idea de subirme a la rueda de Chicago. A la Feria volví unas tres veces más con los únicos propósitos de ir al tiro al blanco, jugar lotería y comer churros y atol de elote; así como comprar canillitas de leche, colochos de guayaba, encanelados, mazapanes, bolitas de tamarindo, tartaritas de leche y de almendras, bolitas de miel, pepitoria, nuégados, conserva de coco, y otras delicias. Nunca fui muy de garnachas, pero si me las ofrecían, me las comía con gusto. En cambio, los tacos con salsa y queso duro me son irresistibles. Me fascinaba cómo cantaban lotería; y en casa mi tía abuela La Mamita imitaba muy bien a los de la Feria: ¡El Sol, cachetes de gringo! ¡El negrito, calzón rayado! ¡La muerte quirina, que andando se orina! Ojalá me acordara de más de esas frases, que no he vuelto a oír jamás. Durante muchos años dejé de ir a la Feria porque se volvió algo sucio y no daba la impresión de ser seguro. Sin embargo, volví el año anterior y regresé el fin de semana pasado, y en ambas ocasiones fue un paseo muy agradable y divertido. No hay que ir sin paraguas, eso sí. Y al niño que hay en ti, sácalo para que se maraville de todo y te guíe en el paseo. En esta ocasión llevé a una amiga polaca y a otra argentina y ambas disfrutaron muchísimo. Wiktoria se tiró conmigo en el resbaladero gigante; y Florencia se gozó los ronrones, esos juguetes decorados con papeles brillantes y plumas de colores que hacen un ruido ronco al girarlos con un palito. La verdad es que ir con amigos a la Feria es una oportunidad para la alegría y los buenos recuerdos. Cuando voy, también me acuerdo de lo que mis abuelas contaban de la Feria a principios del siglo XX; y en esos recuerdos nos unimos tres generaciones de chapines. luisfi61.com Artículo publicado en el diario guatemalteco El Periódico, el día viernes 17 de agosto 2012.

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