lunes, 13 de agosto de 2012

Carta a Bernabé

Marta Yolanda Díaz Duran
Esta es una carta dirigida a Érick Bernabé Barrondo, y a todos aquellos que como él se esfuerzan cada día por lograr sus objetivos, que pagan el costo necesario para alcanzar sus valores, que reconocen que nada en la vida es gratis, y que no hay mayor orgullo que saber que lo poco o mucho que tenemos es el producto de nuestro trabajo, nuestro riesgo y nuestro talento. Así como el alcalde oportunista que ofreció construirte una estatua, nombrar un estadio en tu nombre y darte un puesto en la burocracia municipal, se van a acercar a ti muchos parásitos cuyo único objetivo es lucrar de tus triunfos: utilizarte para satisfacer sus mezquinos intereses. Quiero imaginar que con la dignidad que has mostrado, vas a rechazar todas esas dádivas que en el largo plazo demandarán de ti el sacrificio de tu valor primero: tu vida misma convertida en una existencia dependiente de los caprichos de los gobernantes de turno. “Las puertas no se abren solas. Las puertas las vamos abriendo nosotros conforme nuestras propias acciones, conforme nuestros propios resultados”, le aseguraste a Elizabeth Pérez, de CNN. Hoy has abierto muchas puertas para iniciar una carrera exitosa en el campo empresarial que tú escojas. ¡Cuántas compañías te van a ofrecer jugosos contratos! ¡Cuántos empresarios visionarios, en Guatemala y otros países, te van a ofrecer un trabajo productivo! Ten presente tus propias palabras: “En el mundo hay puertas mucho más grandes que nos pueden llevar a los podios más altos del mundo”. Es mejor olvidarse del abstracto Estado al que sabiamente Frédéric Bastiat llamó “la gran ficción a través de la cual todo el mundo se esfuerza por vivir a expensas de todo el mundo”. Al final, quienes esperan que ese Estado les satisfaga sus necesidades terminan viviendo existencias mediocres: vidas pobres, material y espiritualmente. Con el carácter que hasta este momento has mostrado esto sería lo peor que podría pasarte: mataría lo que hace de ti un individuo extraordinario, lo que te permitió alcanzar una medalla olímpica, la primera que gana un guatemalteco. ¡Ojalá ganes muchos premios más! ¡Ojalá no te dejes embrujar por los cantos de sirena del Estado Benefactor! Seguí adelante con tu empuje, con tu entereza, con tu dedicación en pos de tus metas. Con tu credo: “Quieres hacer cosas grandes, tienes que dejar cosas que son grandes para ti también”. Todo en esta vida tiene un costo, pero la recompensa, como también lo declaraste, es “una alegría grande”. No eres ningún limosnero. Cuidado con la gente bienintencionada que no tiene sus ideas claras: “De buenas intenciones está empedrado el camino al infierno”. Deseo que sigas cosechando victorias, sintiéndote orgulloso, disfrutando del placer de saber que lo tuyo es tuyo porque te lo has ganado y no es parte del dinero que le ha sido expoliado a otros. “No dejamos de creer lo que podemos hacer”. Sigue creyendo en ti. Sigue la marcha de la felicidad. Artículo publicado en el diario guatemalteco Siglo 21, el día lunes 13 de agosto 2012.

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