martes, 21 de agosto de 2012

De mafias y privatizaciones

PEDRO TRUJILLO
Los recientes sucesos acaecidos en la Empresa Portuaria Quetzal (EPQ) muestran un sistema cooptado, tramposo y operado por grupos de presión, suerte de engendros silenciosos que manipulan, se benefician y controlan el sector público. Estamos infectados de sindicatos, algunos con apenas cuatro afiliados, la mayoría con una veintena. Casi todos con convenios colectivos uniformemente redactados y repletos de privilegios que terminan encareciendo considerablemente el empleo público. La negociación es fácil y barata. Se presiona al político electo o al cargo designado para que se avenga a firmar y mejorar el pacto o sencillamente le hacen la vida imposible. Como ejemplos, la actuación en diferentes momentos de la vida política del país de los sindicatos de salud, magisterial, de la EPQ, etc., y cómo rentabilizaron el escándalo. Cuando se les crea competencia —Pronade a Educación o la reciente concesión en la EPQ— gritan y patalean porque ven mermada su capacidad de actuar y de perpetuarse; cuando callan, tintinean rumores de tres mil euros/mes para un actual dirigente de educación. La cúpula sindical es reelecta cada año y se asegura de no tener oponentes. Elite manipuladora compuesta por empleados que no trabajan y disponen de privilegios: vehículos y numerosos guardaespaldas, pagados con dinero público. Suerte de mara extorsionadora que protege los “derechos laborales” y cobra a precio de oro “sus servicios”. En el entorno rural se manifiestan en grupos que ocupan fincas, las parcelan y luego las alquilan, en cortadores profesionales de carreteras, en linchadores de ciudadanos o en pandilleros que impiden el cobro del recibo de luz, mientras recolectan a campesinos y habitantes de aldeas por esa “protección” y vigilancia. Es más que conocido que cuando se generan problemas: cierre de rutas, de aldeas, manifestaciones, etc., se permite el movimiento de transportes de droga y paso de mercancías similares ¡Causalidad que en el puerto, coincidiendo con las protestas, se confiscara la pasada semana pasta para fabricar drogas ilícitas!, aunque nadie ha sido detenido, como suele ser habitual: ¿silencio por impunidad? Eso, aquí y en Chicago —no digamos Palermo— se denomina práctica mafiosa. Los convenios conceden exclusividad al sindicato para contratar nuevos empleados; otorgan obligatoriamente canastas de Navidad; fijan horarios de trabajo inferiores a las ocho horas habituales; asignan vehículos con combustible para uso “sindical”; ofrecen días de vacaciones muy por encima del resto de funcionarios; liberalizan a dirigentes para que no trabajen; dispensan asistencia médica privada —fuera del IGSS que promueven—; autorizan pagas extraordinarias al inicio de las vacaciones, además de las correspondientes por ley y otros muchos beneficios que terminan encareciendo el costo funcionarial hasta límites intolerables, pero con cargo a los presupuestos que todos pagamos. Grupos de presión que “privatizaron” el país hace tiempo. Minorías organizadas que se aprovechan de una mayoría desorganizada y que no están dispuestos —este es el auténtico problema— a dejar un solo espacio para la competencia. Quieren manejar y controlar todo y cuando no ocurre se manifiestan virulentamente presentando falsos argumentos sobre la “privatización”, las “transnacionales” y otros miedos, escondiendo al verdadero cáncer —ellos mismos— que devota sin piedad las ganancias o incrementa los gastos gubernamentales con sus secretas negociaciones. Propongo que se declaren lesivos todos los pactos sindicales y que exista uno único votado por referéndum en el que los dirigentes no puedan ser reelegidos, veremos si realmente cuentan con el apoyo que reclaman ¿Estarán dispuestos esos “demócratas”? ¡Seguro que no!, se les vería demasiado el plumero. Artículo publicado en el diario guatemalteco, Prensa Libre, el día martes 21 de agosto 2012.

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