miércoles, 30 de marzo de 2011

Trabajo en equipo


Carroll Ríos de Rodríguez

En la ceremonia de premiación el 12 de marzo, los Hombres de Maíz recibieron dos trofeos.

En los últimos días, muchas noticias nos dejan con la boca seca. Tenemos sed de relatos de integridad, virtud y heroísmo; queremos escuchar relatos de personas ordinarias que hacen cosas extraordinarias. Añoramos ser inspirados. Por eso dedico esta columna a describir la hazaña de tres amigos guatemaltecos que escogieron atravesar un desierto.

A decir verdad, nos cuesta comprender las razones por las cuales querrían someterse a tan arduo reto físico y mental: recorrer 250 kilómetros del Desierto Atacama, en Chile, en tan sólo una semana, cargando una mochila con las provisiones propias en sus espaldas. Es el equivalente a correr casi seis maratones seguidas, pero en un escenario más inhóspito y desolado, y en compañía de los más competitivos corredores del mundo.

Con patriotismo, Gabriel, Rai y Ramix se nombraron a sí mismos Hombres de Maíz. Se inscribieron como equipo: estaban dispuestos a trabajar juntos para vencer al sol, a las rocas, y a la arena. Ello implicaba esperar al que empezaba a quedarse atrás, ajustando el paso. Unos velaban por el mareo, las vascas, la deshidratación y los pies ampollados de los otros. Ampollas gigantes y dolorosas, hasta del tamaño de una pelota de golf. Sin embargo, parece que lo más importante que hicieron el uno por el otro fue darse ánimo mutuamente, a fin de que cada uno pudiera sobreponerse a “sus demonios”, su agotamiento constante, sus desvelos y sus momentos de flaqueza. Cada día supuso luchar sendas batallas, por las condiciones inesperadas del terreno, la impresión de las vivencias dramáticas de otros corredores, y más.

En una de las etapas de la carrera, por ejemplo, vieron que su amigo libanés, Ali, iba muy mal. Ali no quería parar, ni quería que le quitaran la mochila porque no quería ser descalificado. Posteriormente se enteraron de que Ali había ofrecido la carrera por su hija de 10 años con discapacidad mental; era la fuente de su fuerza de voluntad. Auxiliar a Ali implicaba arriesgar la propia descalificación, pues se separó el equipo. Mandaron a Gabriel a buscar ayuda en tanto los otros dos llevaban a Ali entre brazos, soportando además el peso de su mochila, hasta que llegó la atención médica. Los organizadores del evento reconocieron la noble decisión del equipo y lo premiaron con el tiempo de Gabriel.

Sorprende que, en medio de todo, lograron apreciar las noches estrelladas y las bellas dunas. Poco les importaron sus pies destrozados cuando finalmente cruzaron la meta: brincaron felices, cantándole a Guate. En la ceremonia de premiación el 12 de marzo, los Hombres de Maíz recibieron dos trofeos. Ganaron el primer lugar como equipo, pero también recibieron el Sportsmanship Award por haber auxiliado heroicamente a Ali. Uno de los corredores dice haber aprendido el valor de hacer las cosas bien y del trabajo en equipo. Experimentó la fuerza de la amistad y “el poder de la mente para sobrellevar grandes obstáculos, internos y externos…”. ¡Gracias por su digno ejemplo!

Artículo publicado en el diario guatemalteco "Siglo XXI", el día miércoles 30 de marzo 2011.

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