lunes, 30 de agosto de 2010

¿Vicepresidente de la nación o estrella del Rock and Roll?


Al negarme el amparo, convirtieron una situación personal en un tema que compete a toda la población.

Marta Yolanda Díaz-Durán

¿Recuerdan aquella rola que nos planteaba el dilema existencial de qué queríamos ser cuando fuéramos grandes? ¿Presidentes de la nación o estrellas del rock and roll? Ante semejantes opciones, yo me decanté por el oficio musical, porque el chance de político no me place para nada. O, al menos, esa fue mi intención. Sin embargo, poco prosperó mi carrera como guitarrista y a la fecha sólo recuerdo el círculo de do. Hasta hoy a lo que principalmente me he dedicado es a contemplar para conocer en el sentido aristotélico.

No sabía yo lo peligroso que sería ir más allá de sentir y pensar. No conocía los riesgos que implica razonar. Y aún peor, la amenaza que podía significar expresarme libremente y cuestionar a los poderosos. Más en un sistema de normas como el nuestro, donde los gobernantes gozan de un poder casi ilimitado, el cual utilizan de manera arbitraria para amedrentar a quienes no nos acomodamos al papel de súbditos, y exigimos ser tratados como ciudadanos libres. Y, por supuesto, exigimos que los impuestos sean utilizados correctamente: que las acciones de los funcionarios sean respetuosas de la vida, la libertad y la propiedad de los habitantes de la nación.

Otros, como José Rafael Espada, optaron por ser simplemente Vicepresidente. Y como tal, a principios de septiembre del año 2009 presentó varias querellas en mi contra porque, según él, uno de tantos artículos míos, titulado “El beso de Espada”, lo afectaba en su dignidad y, ¡qué cosa tan divertida!, lo colocaba en un estado de indefensión. ¿Indefenso contra quién? Aquel que es cuidado por un pequeño ejército de empleados de la nación, pagados con nuestros tributos, rodeado de cualquier cantidad de motos de última generación, y se transporta dentro de una camioneta blindada de aproximadamente un millón de quetzales. También comprada con nuestros dineros. Sin duda ¡todos! quisiéramos encontrarnos así de frágiles en Guatemala.

Por ese motivo, el 4 de septiembre del año pasado decidí interponer una solicitud de amparo ante la Corte de Constitucionalidad, la cual, a criterio de mis abogados, me debió ser concedida INMEDIATAMENTE, ante la evidente violación a mi derecho a la libre expresión, resguardado por el artículo 35 de nuestra Constitución. Pero, ¡oh, sorpresa!, no sólo no me otorgaron el amparo provisional sino, al final, los magistrados Roberto Molina Barreto, Alejandro Maldonado Aguirre, Mario Pérez Guerra, Gladys Chacón Corado y Juan Francisco Flores Juárez, auxiliados por el Secretario General de la CC, Martín Ramón Guzmán Hernández, lo denegaron, violando la ley máxima de nuestra nación, la cual juraron defender.

Lo que talvez no calcularon los citados magistrados, es que al negarme el Amparo que legal y legítimamente me correspondía, convertían una situación personal en un tema que compete a toda la población. Hoy, la circunstancia me supera. Usted, ¿qué piensa hacer para defender SU derecho a expresarse sin correr el riesgo de ir a la cárcel?
Artículo publicado en el dairio guatemalteco "Siglo XXI", el día lunes 30 de agosto 2010.

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