martes, 17 de agosto de 2010

¡No nos dimos cuenta!


Lejos, como algunos piensan, de que el actual mundo está desideologizado, estamos en idéntica situación que durante la segunda mitad del pasado siglo. Es el mismo bailarín, pero con diferente vestuario. Así como el principio de conservación de la materia: cambia, pero no se destruye ni desaparece.

PEDRO TRUJILLO

Aquel aparente alegrón de burro de la Revolución bolchevique y el triunfo de la Revolución cubana, años después, se puede constatar que únicamente trajo (y trae), opresión, pobreza, autoritarismo, prisión y muertes, demasiadas muertes. Capricho, todas ellas, de un loco y sus amigos al frente del poder. Era imposible en el siglo XXI, en la era de la tecnología, seguir vendiendo aquel modelo criminal como una alternativa política. Sin embargo, la mutación ha sido posible y el sucedáneo chavista es lo mismo, pero con una diferente forma de venta. No ha cambiado el color rojo o verde del uniforme, la denominación de comandante, los discursos ricos-pobres o proletariado-oligarquía ni las momias que los sostienen. Únicamente variaron las formas para que los más incrédulos dejen de ver el fondo totalitario y perciban un modelo ajustado a parámetros democráticos que puede resultar una alternativa. Se equivocaron entonces, y se equivocan mucho más ahora.

Antes eran violentos, rápidos y buscaban soluciones por la vía de la involución directa. Ahora son aparentemente pacíficos, más lentos y manipulan las vías que la democracia les permite. Combatían con fusil y cara tapada y ahora presentan cara amigable, inocentona y hasta sonríen simpáticamente. Cooptan las instituciones, manipulan los procesos, compran o imponen a jueces o diputados y terminan por hacerse con el poder. En Venezuela, Nicaragua y otros lugares, se muestran, con el tiempo, tal cual son: totalitarios, absolutistas y dictadores de la peor calaña.

Aquí, en Guatemala, vivimos un proceso que tiende exactamente a eso. Gran parte de aquellos “combatientes” del conflicto que nunca pudieron alcanzar puestos de liderazgo político porque estuvieron escondidos o bien porque nadie los votó, ahora son asesores gubernamentales —algunos con antecedentes penales muy graves—, ocupan puestos claves o desde la sombra, amañan y promueven interesadas estrategias. Manipulan, que es lo que han sabido hacer toda su vida. Nunca fueron, y ahora tampoco lo son, alternativas políticas dentro de la democracia. Tienen, como en los ejemplos anteriores, ideas totalitarias. Vienen a quedarse, pero con todo el país y por tiempo indefinido. Es posible que como la URSS, 60 años después o Cuba, más de 50 más tarde, o como ahora Venezuela, nos demos cuenta del problema muy tarde. Esa sentencia de que quien no aprende de la Historia está condenado a repetirla, es ahora más válida que nunca.

En aquellos países no se dieron cuenta de lo que se les venía. Una vez llegó la avalancha, perdieron sus propiedades, fueron cerradas empresas, se confiscó y expropió todo cuanto el dictadorzuelo consideró y los únicos que prosperaron fueron los que se encontraban en ese entorno podrido, miserable y corrupto del poder. La lección a aprender es que todos, sin excepción, terminan siendo devorados: empresarios, pobres, ricos, rurales, urbanos…, no importa. Nadie se libra porque pueda negociar o congraciarse con ellos, mucho menos los tibios, los acomodados o quienes los vean como buenos. Aunque aquellos no se dieran cuenta, nosotros no tenemos esa excusa. Está pasando. Ocurre todos los días. Luego no se diga que no hubo advertencia. ¿Qué piensa usted hacer? Una opción es seguir siendo víctima, otra no cerrar los ojos.
Artículo publicado en el diario guatemalteco "Prensa Libre", el día martes 17 de agosto 2010.

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