jueves, 3 de febrero de 2011

La BAM-Max Tott

JORGE JACOBS A.

Como muchos que me conocen ya lo saben, correr es una de las pasiones de mi vida. De patojo me fascinaba la velocidad. Durante mucho tiempo me alejé del atletismo, pero hace un par de años regresé, ahora a las carreras de medio fondo. De ese tiempo para acá he corrido bastantes carreras de 10 kilómetros, por el simple gusto de correr.

Durante mucho tiempo me resistí a las carreras más largas, hasta que finalmente me decidí a correr la BAM-Max Tott, que no solo es la carrera más tradicional y antigua de Guatemala —cumplió 74 años—, sino que adicionalmente tiene cierto grado de dificultad, debido a un par de cuestas.A la dificultad intrínseca de la carrera debo añadir que no entrené antes de la misma, lo cual ponía las posibilidades de terminarla bastante en mi contra. Aún así, la inicié.

Casi siempre que corro me encuentro con ejemplos que le enseñan a uno mucho sobre la vida. Está, por ejemplo, mi amigo Jorge Carrillo, un abogado que tiene problemas en las piernas y que, a pesar de sus limitaciones, casi no hay domingo que no se aparezca en una carrera con su silla de ruedas y mucho ánimo. El año pasado padeció una seria infección cerebral que lo llevó al filo de la muerte; sin embargo, con esa determinación que lo caracteriza, no solo venció ese nuevo reto, sino que muy pronto se reincorporó a las carreras. El domingo, Jorge corrió y terminó la BAM-Max Tott.

Durante la carrera tuve la oportunidad de platicar con una mujer de 58 años, Sonia. Me contó que corre desde los 13 y que eso la ha mantenido en forma y saludable durante ya 35 años. Sonia también es un muy buen ejemplo a seguir.

Pero quien más me maravilló es una señora de más de 70 años, algunos me dijeron que tiene 78, que corrió y terminó la carrera, en compañía de sus dos nietos adolescentes. Al parecer, corre desde hace mucho tiempo; era maestra en una escuela y ahora ya está jubilada; sin embargo, no ha dejado de correr. Ver a esta señora correr los 21 kilómetros con toda determinación, realmente lo emociona a uno y nos demuestra que la voluntad humana es lo suficientemente fuerte para vencer los retos que se le presentan.

Para mí, la carrera fue muy agotadora, especialmente las cuestas. Varias veces me pasó por la mente tirar la toalla e irme a casa; sin embargo, algo en lo muy profundo del corazón lo hace a uno seguir adelante aun cuando todo el cuerpo gime por rendirse.

Increíblemente para mí, que creía que eso solo pasaba en las películas o en las escenas dramáticas de una olimpiada, los últimos 300 metros fueron los más difíciles: se me acalambraron las piernas, cosa que nunca me había sucedido, y por un momento creí que ya no podría terminar. Sin embargo, logré sobreponerme y llegar a la meta.

La BAM-Max Tott fue mi primera carrera de 21 kilómetros. Me enseñó que el espíritu humano es capaz de sobreponerse a los obstáculos que se le presentan. Que lo único que se necesita es la determinación para seguir adelante cuando todo pareciera indicar que la batalla está perdida. Que cualquiera, incluso una señora de 78 años, puede lograr lo que se propone, si realmente se lo propuso. Que cada una de las más de dos mil personas que la corrimos tenemos una historia que contar, retos que sobrellevar, demonios que vencer. Y le puedo garantizar que cada uno de nosotros, a pesar de las apariencias, nos disfrutamos no solo la meta, sino todo el recorrido. Lo invito a que usted también enfrente la vida con ese mismo ánimo.

Artículo publicado en el diario guatemalteco "Prensa Libre", el día jueves 03 de febrero 2011.

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