Estuardo Zapeta
Desde niño decidí ser periodista y antropólogo. Mi familia reía cuando decía eso, excepto mi madre...
Desde niño decidí ser periodista y antropólogo. Mi familia reía cuando decía eso, excepto mi madre, una mujer analfabeta, como miles en el Altiplano guatemalteco, quien una vez sentenció: “No te vayás a desanimar a la primera, patojo. Luchá por lo que querés”.
Y esas dos carreras fueron mis estudios iniciales, a los cuales fui agregando Sociología, Economía, Lingüística, Liderazgo, Estrategia, Comunicación Institucional, Investigación Social, Derecho Consuetudinario, etc. (ahora, sólo sonrío al verme en el retrovisor de la vida).
Confieso que el analfabetismo de mi madre siempre me ha perseguido en este laberinto guatemalteco de preguntar 100 mil veces por qué, y obtener 100 mil veces el mismo silencio.
Y los primeros “tanes” en el periodismo no fueron fáciles. Inicié en Aquí el Mundo, con uno de los grandes maestros, el Dr. Mario David García, a quien siempre he agradecido su paciencia, sobre todo para enseñar economía básica. Pero más admiré y admiro su valor.
Luego, había solicitado trabajo en la recordada revista Crónica, la de don Paco Pérez de Antón, y mi solicitud fue rechazada (años después fui invitado a ser columnista de Crónica en la cual publiqué varios años).
Escribí mis primeras líneas “firmadas” para El Quetzalteco, y publicaciones muy locales o especializadas —desarrollo comunitario, medicina alternativa, crítica al Movimiento Indígena, etc.— y eso me valió la persecución por parte de las autoridades y de las ONG, que al final descubro que eran peor que los “militares armados”, y tan corruptas como el sistema al que criticaban, y tan racistas y excluyentes como “la oligarquía” que denunciaban. Di algunos pasos por los rumbos torcidos de la “izquierda”, pero rápido descubrí que era tan mierda como la “derecha.”
Entonces llegó la Antropología, la cual fue como una especie de “refugio académico” que tanto ayer como hoy se hizo un frondoso árbol de posibilidades y me dio una perspectiva (“cuasi-posmodernista”) para cuestionar todas mis premisas, mis creencias, y, principalmente, mi Cultura y subcultura. La beca Fulbright fue una de las grandes experiencias que confirmó el rumbo que desde niño había decidido.
Y fue en Siglo Veintiuno, con José Rubén Zamora, donde tuve la oportunidad de publicar hace casi 20 años mis primeras líneas y desde entonces no se han detenido. Esos artículos, ya rondando hoy en los miles, han sido consistentes en su radicalismo crítico, en la discusión novedosa, en una visión “extraña” de la realidad indígena y ladina de esta nación, y siempre con un ángulo estilístico fresco, fiel al principio de “el medio es el mensaje”. Fui bendecido con haber participado en el Consejo Editorial aquí, por varios años, al frente de otro gran guatemalteco, Álvaro Castillo Monge.
Por eso, hoy que cumplimos 21 años no puedo hacer más que renovar ese compromiso con ustedes, lectores, los pocos “a favor”, y los muchos “en contra,” de seguir siendo fiel a la filosofía Libertaria.
Y renovado, cambiado, encuentra hoy usted nuestro Siglo, su casa, mi casa, con Gonzalo y Luis Marroquín al frente en nuestro “cumple 21”. Que entonces siga la lucha por la nación de personas dignas, justas y solidarias.
Artículo publicado en el diario guatemalteco "Siglo XXI", el día martes 01 de marzo 2011.
martes, 1 de marzo de 2011
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