Karen Cancinos
La estrategia que están utilizando no les conviene.
“Jóvenes indígenas exigen espacios de participación” era el título de la nota publicada en un matutino, esta semana. Nada inusual, ¿verdad? Pues es precisamente eso lo que llamó mi atención: se ha vuelto cotidiano que grupos diversos salgan “exigiendo” esto o lo otro. En el caso de los jóvenes referidos, su demanda era de espacios de participación política. Me pregunto si han acudido a algún partido a gestionar afiliación y se les ha negado. No creo que sea el caso, en vista de la cantidad de anuncios que veo en todo el país llamando a la afiliación y a la participación en agrupaciones de todos los colores. Porque de oferta política no podemos quejarnos los guatemaltecos.
Pienso que esa grotesca costumbre de “exigir” X o Y se debe a la retórica perniciosa que machaconamente salmodia “tienes derecho a tal cosa, a tal otra, y a esta otra, y a cualquiera que se te ocurra, porque te lo mereces todo”. El año pasado, por ejemplo, en vallas y anuncios de las paradas de autobús, se leían mensajes patrocinados por la UNICEF, dirigidos a niños, que iban así: “Twittéame. Cuéntame cómo vives tus derechos”.
No es que los chicos no sean sujetos de derechos. A todos los seres humanos, chiquitos incluidos, nos asisten derechos individuales, inalienables, que no nos son otorgados por ningún semejante y que por lo tanto solo cabe que sean reconocidos y garantizados por los gobernantes, que para eso se les elige.
Mucho se habla de derechos, pero nadie menciona, quizá porque no suena bonito y porque políticamente no es redituable, la contracara de cualquier derecho: obligación. Los niños no tienen “derechos” de los cuales esté excluido el resto de la humanidad; incluso tienen menos en tanto no son ciudadanos todavía. ¿La razón? Los chiquitos aún no están en condiciones de asumir las obligaciones que subyacen en el ejercicio de cualquier derecho. El derecho político de elegir y ser electo, por ejemplo, acarrea una serie de obligaciones: someterse a las normas que rigen la convivencia social, responder por los propios actos, tributar para sostener el estado cuyos gestores de gobierno son electos en regímenes democráticos representativos, etcétera.
Volviendo a los jóvenes de Reno’j, que así se llama la organización de marras, me parece que deberían encauzar sus energías, entusiasmo juvenil, capacidades y aptitudes, de una manera que sirva sus objetivos más inteligentemente. Sucede que el oficio de la política tiene, como cualquier otro, sus propias premisas. Una de ellas es utilizar todo aquello que pueda traducirse en votos. Y si, como expresó uno de ustedes, no quieren convertirse en “botín político” ni “ir detrás de las caravanas”, deben evitar entonces colocarse en la más fácil y poco seria de las situaciones: la de víctimas.
Lloriqueen y les caerá encima el politiquero que los usará precisamente de la manera que, con razón, rechazan. “Vean qué lindo yo, tengo jóvenes indígenas en mi partido” dirá, al tiempo que los exhibirá indignamente, como si fueran mascotas felpudas. Si quieren que se los tome en serio, sepan que uno no puede andar por la vida “exigiendo” cosas, pues victorias y puestos se alcanzan luego de merecerlos. Nadie nos los debe.
Los felicito por su inquietud política: úsenla en su favor, no en beneficio de tanto demagogo que pulula en esas esferas.
Artículo publicado en el diario guatemalteco "Siglo XXI", el día viernes 21 de enero 2011.
viernes, 21 de enero de 2011
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario