Carroll Ríos de Rodríguez
Por muchos millones que la comunidad internacional reúna e invierta, ellos no pueden desatar el milagro para la isla caribeña.
Abre el año con la noticia de un terremoto de 7.1 grados de magnitud en la escala Richter en el sur de Chile, sin mayores daños. Este evento trae a la memoria el inicio de 2010, con la noticia de dos grandes terremotos: uno en Haití (7 grados Richter), hace un año hoy, y otro en Chile en febrero, de 8.5 grados.
La naturaleza nos permitió, entonces, comparar experiencias: ¿Por qué unos países se recuperan mejor, o sufren menos, tras un desastre natural? Alrededor del mundo se escribieron en su momento muchos artículos para explicar la diferencia abismal. Y es que Chile volvió a ocupar los titulares con el profesional y tenaz rescate de los mineros atrapados. También Haití, pero para mal; nos retorció el corazón el implacable brote de cólera que se reportó desde octubre, y las inundaciones provocadas por el huracán Tomas.
Las cifras que emanaban de Haití no cabían en la cabeza. Supimos que 150 mil personas fallecieron y fueron depositadas en masivas tumbas colectivas. El brote de cólera llegó a matar a 41 personas diariamente, y enfermar a 91 mil. Al final del año nos decían que las tres tragedias, el terremoto la mayor, habían cobrado 220 mil vidas. Son incontables las personas sin vivienda, sin alimentos, sin posibilidad de satisfacer los mínimos estándares de higiene y salubridad.
La comunidad internacional se volcó para ayudar, pero su trabajo se dificultó frente a la falta de infraestructura física e institucional, frente a la baja capacidad de autogestión interna. Los principales edificios de gobierno quedaron nivelados, como una metáfora visible de lo carcomidos que están los engranajes del aparato público por la corrupción e ineficiencia —Haití ocupa el puesto 146 de 178 en el índice de corrupción.
Ciertamente no podemos atribuir las graves pérdidas en Haití al desinterés del resto del mundo ni a la lentitud de su respuesta. De hecho, la cooperación ya tenía un pie en la isla, pues por décadas ha derramado allí recursos y desarrollado diversos programas de desarrollo, dado que es el país con el índice de desarrollo humano más bajo del continente.
La destrucción en Chile fue fuerte, también; el terremoto 500 veces más intenso. La pérdida de vida circundó las mil personas. Las autoridades también aceptaron ayuda internacional pero se puso en evidencia una capacidad de respuesta local, una actitud de autoayuda.
Los mismos benefactores de Haití reconocen las limitaciones que enfrentan: por muchos millones que reúnan y gasten, ellos no pueden desatar el milagro para la isla. Sin embargo, quizás no se animen a hacer las preguntas que hace el Dr. Michael Miller, miembro de la nueva organización Poverty Cures: ¿Es la ayuda internacional la solución? ¿Cómo se crea riqueza? Chile tiene más riqueza que Haití. Si la isla caribeña fuera más rica, resistiría mejor los embates naturales. Los haitianos podrían reproducir las pequeñas, medianas y grandes historias de éxito que escriben los mismos pobres, con sus aventuras empresariales, desde Bangladesh hasta Nigeria y Perú. La solución viene de adentro.
Artículo publicado en el diario guatemalteco "Siglo XXI", el día miércoles 12 de enero 2011.
miércoles, 12 de enero de 2011
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